21 Ene ¡Ven y sígueme!
DOMINGO, 22 DE ENERO Tercero del Tiempo Ordinario
Isaías 9, 1-4.
En otro tiempo, humilló el Señor la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, pero luego ha llenado de gloria el camino del mar, el otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.
Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín.
Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.
Salmo 26.
EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN.
El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida;
¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor, eso buscaré;
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida:
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente;
ten ánimo, espera en el Señor.
1 Corintios 1, 10-13.17.
Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir.
Pues, hermanos, me enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros. Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo».
¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?
Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Mateo 4, 12-23.
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
LAS BUENAS NOTICIAS SE DIFUNDEN POR LA PERIFERIA.
Hoy iniciamos propiamente los “Domingos del Tiempo Ordinario” con la lectura continuada del Evangelio de Mateo. Comenzamos por el capítulo 4º, con la misión de Jesús en Galilea.
Jesús inaugura su ministerio con importantes decisiones. Deja el grupo de Juan el Bautista, su propia familia y Nazaret, para establecerse en Cafarnaún. No se trata de precisiones geográficas, sino de un planteamiento escandaloso para las expectativas religiosas de la época. Era de pura lógica que el anuncio mesiánico partiera del corazón del judaísmo, de la ciudad santa de Jerusalén. Sin embargo partió de una región fronteriza, contaminada de paganismo y despreciada. Galilea, cruce de religiones y culturas diversas, es el símbolo de una comunidad abierta donde los paganos también tienen su sitio. Hoy la periferia son los pobres y abandonados, los que no cuentan en la dinámica social, los inmigrantes y refugiados, los que viven, o les hacemos vivir, en tinieblas y sombras de muerte.
Encontrar el lugar, situarse en la periferia, es ya un ejercicio de conversión. Quien no lo haga, probablemente no escuchará ni verá al Señor, y terminará por creer que no hay Buenas Noticias.
La conversión de que habla Jesús no es algo forzado e insoportable. Es una llamada alentadora a cambiar el corazón, porque Dios quiere hacer nuestra vida, la de todos, más humana y dichosa. Y nunca es tarde para convertirse, como nunca es tarde para amar, para ser feliz, para dejarse perdonar y renovar por Dios. Dos parejas de hermanos siguen a Jesús, e inician un largo aprendizaje antes de llegar a ser testigos y misioneros del Maestro de Nazaret.
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