28 Ene Un solo cuerpo: en misión compartida
Introducción
Al continuar reflexionando sobre el mensaje del XXV Capítulo General a la Congregación, observamos que la misión compartida es un tema presente tanto en el Mensaje como en las Decisiones de este Capítulo General. En el Mensaje del Capítulo a la Congregación leemos:
13. Cinco Laicos redentoristas, representando a las Conferencias, se han hecho presentes en nuestro Capítulo General. En ellos hemos reconocido la riqueza de nuestro carisma que también el Señor regala a los laicos y que permite una presencia y una palabra profética en medio del mundo. También nos sentimos llamados a construir el Reino con la gran familia redentorista que forman la Orden y tantas congregaciones y asociaciones con las que compartimos carisma.
Como resultado de esta presencia compartida y de la llamada que todos han experimentado, los Capitulares se han sentido urgidos a concretizar esta experiencia, y así en las Decisiones del Capítulo General leemos:
11. Oficina para la Misión Compartida con los laicos
Se creará una oficina permanente de Misión Compartida con los laicos a nivel de Gobierno General y una comisión de Misión Compartida de colaboración con los laicos en cada Conferencia.
Esta oficina, ayudada por una Comisión, elaborará un Directorio que defina el perfil del Laico Redentorista en sus diversas expresiones para la misión compartida, que delinee claramente los deberes, derechos, responsabilidades y niveles de incorporación.
Así mismo, elaborará, con la ayuda de la Comisión de la Conferencia y el Secretariado General de Formación, una Ratio Formationis para la preparación y formación de laicos y profesos redentoristas.
La Oficina ya se ha establecido, el Directorio se está elaborando (se presentará como borrador en las reuniones de mitad-sexenio), y la Ratio Formationis se elaborará de inmediato.
Pero, ¿qué es exactamente la “misión compartida”? ¿Cuáles son sus raíces en la historia de los Redentoristas? ¿Y cómo puede esta visión profundamente arraigada de una “Familia redentorista” ayudar a proclamar juntos la buena nueva de la abundante redención en un mundo herido y dar nueva vida a medida que avanzamos?
La vida redentorista nunca ha sido posible sin el apoyo y el aliento de los laicos: colaboradores, benefactores y amigos. A la vez que los Redentoristas hemos ido tocando y cambiando la vida de la Iglesia, hemos sido tocados y cambiados por las personas a las que hemos sido llamados a servir. En cada lugar y en cada fase de nuestra historia -desde los tiempos de San Alfonso y las “capillas del atardecer”, hasta el ministerio de San Clemente Hofbauer en Varsovia y Viena, hasta la expresión tan diversa que vemos hoy- hemos buscado el modo de unirnos en la misión con hombres y mujeres laicos para proclamar más eficazmente la buena nueva de la abundante redención para aquellos que más la necesitan.
Nuestra comprensión actual de “misión compartida” es como un “paraguas”, bajo el cual encontramos muchas formas de asociación. Es necesario que todos – Redentoristas profesos (sacerdotes, hermanos y estudiantes), Misioneros Laicos del Santísimo Redentor, Laicos redentoristas/Asociados laicos y las muchas formas de Colaboradores laicos – proclamen la buena nueva en todos los rincones del mundo en que vivimos. Los Redentoristas profesos experimentan momentos privilegiados de encuentro, y los Laicos asociados en la misión tienen redes y espacios de influencia en el mundo de la familia, del trabajo y del ámbito civil; múltiples oportunidades a través de las cuales el Evangelio cobra vida y facilita el encuentro con el Redentor.
La Palabra de Dios es luz en nuestro camino
1 Corintios 12,4-13
“Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.
Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.”
Desde el Documento Final del XXI Capítulo General (1991) hasta hoy, hay un gran número de documentos que describen la “Familia Redentorista”, compuesta por Redentoristas profesos (sacerdotes, hermanos y estudiantes), Misioneros Laicos del Santísimo Redentor, Laicos Redentoristas y Colaboradores laicos. Todos son compañeros en la misión.
Constituciones y Estatutos:
19 – Para desarrollar eficazmente la acción misionera se requiere, a la vez que la cooperación con la Iglesia, un adecuado conocimiento y experiencia del mundo. Por eso los congregados entablan confiadamente un diálogo misionero con las culturas.
Interpretando con fraterna solidaridad los angustiosos interrogantes de los hombres, procuren discernir en ellos los signos verídicos de la presencia y de los designios de Dios.
Communicanda 1 – 2017:
40. La Misión Compartida con los hombres y mujeres laicos es esencial a la misión y al proyecto apostólico de la Congregación en el presente. Sin embargo, no es una “Prioridad Apostólica” en sí misma, sino más bien un medio para llevar adelante nuestras prioridades apostólicas más efectivamente. Comenzando con el 21° Capítulo General (1991), la Congregación del Santísimo Redentor reconoció oficialmente la importancia de la colaboración genuina con los hombres y mujeres laicos en la misión, con base en la asociación.
Communicanda 4 – 1995:
03 Nuestra Congregación ha estado desde el principio muy unida al pueblo, sobre todo al pueblo pobre y abandonado, y ha buscado la colaboración con los laicos en su trabajo apostólico.
Bastará recordar, a modo de ejemplo, lo que San Alfonso hizo en Nápoles con las “Capillas del atardecer”, lo importante que era para él el estar cerca de los abandonados y el compartir con ellos, y la insistencia con que buscó la verdadera popularidad en toda su actividad como evangelizador y como escritor. San Clemente, especialmente en su período de Viena, se esforzó por abrirse a los laicos e implicarlos en su múltiple empeño apostólico y así incidir de forma más profunda y duradera en la sociedad europea de su tiempo.
11. La colaboración debe ser programada de tal forma que los Redentoristas y los laicos sean realmente co-sujetos de la evangelización de los pobres. Su realización efectiva deberá ir siempre acompañada por la corresponsabilidad activa y por el respeto recíproco. El objetivo hacia el cual debemos tender es la “familia redentorista” articulada en diversos niveles concéntricos de pertenencia.
Llamados en Comunión para la Misión (Secretariado General para la Misión compartida, 2009):
San Alfonso de Liguori, fundador de los Redentoristas, creía que la misión daba unidad a la vida redentorista. La Constitución 1 llama a esta fuerza unificadora la “vita apostolica” entendiendo “juntos la vida de especial dedicación a Dios y la actividad misionera de los Redentoristas”. La Constitución 1 continúa: “Así, la Congregación participa en la misión de la Iglesia, que… es por su propia naturaleza toda misionera”. El origen y la fuente de la espiritualidad redentorista se encuentra precisamente en la misión redentorista, por lo que la espiritualidad redentorista es una verdadera espiritualidad misionera. La espiritualidad redentorista no es solo para los redentoristas; es compartida por muchos laicos que están ligados a los Redentoristas de varios modos. Los redentoristas no caminan solos. El carisma redentorista es un tesoro para compartir con los otros.
Para la reflexión y el diálogo:
¿Cuáles han sido algunas experiencias positivas y vivificantes de la misión compartida?
¿Cómo puedes imaginar que esta visión expansiva de la misión compartida abra nuevas posibilidades para la misión redentorista?
¿Cómo se forman los fieles laicos en nuestra familia redentorista para que puedan encontrar nuevas formas de hacer presente la misión redentorista, el carisma y la espiritualidad alfonsiana en el mundo? ¿Cómo se forman los Redentoristas profesos para la misión compartida y para la misión?
UN SOLO CUERPO es un texto de oración mensual propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista.
Esta reflexión fue escrita por Anne Walsh; Directora de la Oficina de Misión Compartida (Conferencia de América del Norte).
Para más información: Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad, Roma) – fr.chyla@gmail.com.
Traducción: Pedro Lopez CSsR