25 Oct Fratelli Tutti. Un extraño en el camino
(…) En el intento de buscar una luz en medio de lo que estamos viviendo, y antes de plantear algunas líneas de acción, propongo dedicar un capítulo a una parábola dicha por Jesucristo hace dos mil años. Porque, si bien esta carta está dirigida a todas las personas de buena voluntad, más allá de sus convicciones religiosas, la parábola se expresa de tal manera que cualquiera de nosotros puede dejarse interpelar por ella.
“Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: ‘Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?’. Jesús le preguntó a su vez: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?’. Él le respondió: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo’. Entonces Jesús le dijo: ‘Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás’. El maestro de la Ley, queriendo justificarse, le volvió a preguntar: ‘¿Quién es mi prójimo?’. Jesús tomó la palabra y dijo: ‘Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’. ¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones?’. El maestro de la Ley respondió: ‘El que lo trató con misericordia’. Entonces Jesús le dijo: ‘Tienes que ir y hacer lo mismo’” (Lc 10, 25-37).