Francisco Barrecheguren
Esposo, padre y sacerdote misionero redentorista
Esposo, padre y sacerdote misionero redentorista
Nació el 21 de agosto de 1881 en Lérida. Su origen paterno era vasco y el materno catalán. Cuando tenía sólo 11 meses muere su padre Manuel; y a los cinco años la muerte le arrebata a su madre Manuela. Al quedarse huérfano y sin familia en Lérida (pues Manuela era hija única), sus tíos le traen a la ciudad de Granada. Y aquí vivirá casi toda su vida. En su Curriculum vitae hace esta reflexión conmovedora sobre su infancia: ” No puedo decir, pues, el sabor que tienen los besos de la madre ni las caricias de un padre”.
De 1892 a 1897 hizo sus estudios de Bachillerato en el colegio jesuítico de El Palo, Málaga, coincidiendo en el tiempo y en el colegio con Ortega y Gasset.
En 1904 contrae matrimonio con Concha García Calvo. Y un año después nace su única hija, el 27 de noviembre del 1905. Conchita será una flor que el divino jardinero trasplantará, en plena lozanía, a los jardines del cielo. Será un fecha que no olvidará nunca Francisco: 13 de mayo de 1927.
Conchita murió en olor de santidad y su Proceso de Canonización, que comenzó en Granada en 1938, está ya en Roma. ¿Fue santa porque tuvo un padre santo? Eso decía la gente. Francisco dirá, con gran humildad, que fue ella, Conchita, la que con su santidad influyó mucho en su vida cristiana. El hecho es que los dos son santos y que mutuamente debieron ayudarse para llegar a la santidad. Los dos pueden ser modelos y protectores de las familias cristianas.
En 1937 morirá la esposa de Francisco de la que estaba profundamente enamorado; y no era para menos. D. Marino Antequera García, profesor de Historia del Arte, escritor, periodista y conocedor como pocos de Granada y sus gentes, dice en el Proceso de Canonización de D. Francisco: “Su novia era una mujer guapísima y hermosísima; vamos, yo, artista toda mi vida, puedo testimoniar que era una verdadera estatua de belleza. Una mujer extraordinaria. Se le volvió loca. Era también una mujer muy buena y claro la pérdida de ella suponía para Paquito un golpe tremendo, siendo además, como él era, muy afectuoso”. Y de D. Francisco afirma lo siguiente: “Sus notas predominantes eran: bondad, sencillez, candor. La virtud sobresaliente en él fue la humildad; fue un hombre que de nada presumió en la vida. Como hombre era sencillo, enteramente como un niño. Conmigo estrechísimo; él era de suyo afectuoso y cariñoso con todo el mundo. Como cristiano, santo, santo de verdad”.
A los 65 años entra como Postulante con los Redentoristas de Granada y el 24 de agosto de 1947 hace su profesión religiosa en Nava del Rey, Valladolid. Dos años después será ordenado sacerdote en Madrid.
Vuelve a Granada en el verano de 1949. Dedicará todo su tiempo al ejercicio sacerdotal de celebrar la Eucaristía en el Santuario del Perpetuo Socorro y en el Carmen de Conchita, llevar comuniones a los enfermos, dirigir el rosario con el pueblo, llevar la abundante correspondencia del Proceso de Canonización de su hija Conchita. El 7 de octubre de 1957, tiempo de recolección de los frutos maduros, vino el dueño de la mies y encontró a Francisco maduro para ser recogido en los graneros del Reino de los cielos; y se lo llevó.
Francisco fue modelo de esposo, de padre, de educador, de religioso, de hombre que supo cargar con la cruz y llevarla con valentía y alegría, con la sonrisa siempre en el rostro y una palabra cariñosa y alentadora en los labios. ¡Qué buen modelo, con su hija Conchita, para formar un hogar cristiano!
El Proceso de Canonización de Francisco lo inicia en Granada en 1993 el Señor Arzobispo D. José Méndez y lo clausuró, en su fase diocesana, el 17 de julio del 1994. Es el proceso más corto en Granda en su fase diocesana. El 24 de marzo de 1995 aprobó dicho Proceso la Congregación para la Causa de los Santos.
El 29 de noviembre de 1996 se trasladan los restos del P. Barrecheguren de panteón de la Familia Barrecheguren a la Iglesia de los Redentoristas. Son muchos los cristianos que visitan su sepulcro en la iglesia del Perpetuo Socorro y se encomiendan a él. Y son también muchos los que confiesan que han sido atendidas sus peticiones.