¿Samaritanos y samaritanas hoy?

¿Samaritanos y samaritanas hoy?

 

«Ama y tendrás vida». Samaritanos eran quienes se habían desviado de la ortodoxia del pueblo de Israel. Para un judío, un samaritano o samaritana eran personas con las que no se podía hablar y a las que había que despreciar. Los judíos se dan la razón a sí mismos cuando llaman a Jesús «samaritano y endemoniado» (Jn 8, 48). Esta acusación no le importa a Jesús.

El gran protagonista de la parábola de la compasión no es para Jesús un sacerdote, ni un levita, es un samaritano (Lc 10, 33). Cuando cura de la lepra a siete leprosos, el único que viene a agradecérselo a Jesús es un samaritano (Lc 17,16). A quien Jesús le revela el misterio del «agua viva» del Espíritu es a una mujer samaritana (Jn 4, 9). Jesús nos invita hoy a poner nuestra mirada en el ejemplo que nos dan «los nuevos samaritanos y samaritanas». ¿Personas del templo o del mesón?

 

Cuando el amor de Dios nos pide algo no lo hace desde un alto trono, alejado de nosotros. No lo hace ni desde el cielo, ni desde el mar. Se acerca a nuestro corazón y nos lo susurra y nos convence de tal manera, que hasta nuestra misma boca lo repite. Cuando Él nos pide algo, lo hace por su sabiduría y su amor. Sus mandatos son los lazos que nos mantendrán fieles a la Alianza, a la Vida, a la Felicidad. El samaritano se sintió invadido por la «compasión de Dios».

No somos ajenos a nuestro Dios. Todos los seres humanos somos creación suya. Y la creación de quien es Padre-Madre tiene carácter filial. Toda la creación tiene carácter filial. Todos somos hijos en el Hijo.

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