Mi reino no es de aquí

Mi reino no es de aquí

Lectura de la profecía de Daniel

Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo 92

R/. El Señor reina, vestido de majestad

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.

Lectura del libro del Apocalipsis 

Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

Lectura del santo evangelio según san Juan 

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

[su_box title=»‘Mi reino no es de este mundo'»]
Acabamos un ciclo litúrgico más, un año más de oír y acoger su Palabra. Y empezaremos ciclo nuevo el domingo próximo, el «C», igual que hace tres años. Alguno dirá «siempre lo mismo». Y yo le diré sí, pero no siempre los mismos. Ahora no estamos igual que hace tres años, seguro que nuestras inquietudes, sueños, problemas o necesidades no son las mismas que hace tres años, si no, pensadlo. Además, seguro que nuestra sensibilidad y receptividad no es la misma, porque la vida nos cambia y erosiona al igual que el viento y el agua a los paisajes. A veces hiere, a veces sana, pero siempre nos cambia. Por eso sigamos a la escucha.
Daniel nos presenta una visión: un hijo de hombre al que «le dieron poder real y dominio… pero su dominio es eterno y no pasa». No hay que pensar mucho para imaginar pronto que ese hombre lleno de poder que no pasa, es leído, desde el nuevo testamento, como una referencia a Jesús. Quedémonos con esto: Él es poderoso, y su poder eterno. Frente a una realidad en la que vivimos sumergidos en lo efímero, en lo breve, en modas que pronto aburren o se olvidan… Él ofrece algo eterno, estable y seguro, que ni cansa ni se olvida cuando se prueba. Nos viene bien esta advertencia antes de Navidad: pensar en lo que no pasa, en lo que vale de veras… frente a tanto reclamo superficial y fugaz.
El Apocalipsis da un paso más: «Aquél que nos amó nos ha librado de nuestros pecados por su sangre y nos ha hecho un reino». Se concreta el poder (y la manera de ejercerlo) de este peculiar rey. Su poder es el amor y el perdón que nos libran del mal que nos rompe y divide, el pecado. Ese poder se ejerce mediante la entrega, su propia entrega, hasta derramar su sangre. Pero además de restaurarnos individualmente, de sanarnos, este rey se preocupa de la unión de las personas, «nos ha hecho un reino». No nos deja desubicados, sin pertenencia, sino que nos quiere suyos y hermanos, pueblo.
Juan presenta hoy en su evangelio el diálogo de Jesús con Pilato previo a su condena a muerte. Destacamos dos claves de este «discurso final del rey» antes de entregar su vida. «Mi reino no es de este mundo, no es de aquí». Esta frase yo creo que relajó a Pilato, ya que vió que no tenía pretensiones políticas ni de conquista Jesús, pero puso nervioso a otros que veían cómo él reclamaba un poder más hondo y superior, el espiritual. Su reino, no tiene su fin ni su «recompensa» aquí, pertenece a otra realidad, y obliga -a quienes a él pertenecen- a vivir y luchar en otras claves que no son las de este mundo (poder, tener y placer). Segunda clave: «todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Una clave profundamente abierta e integradora. Este rey no excluye a quienes piensan diferente, y sabe que la búsqueda de la verdad enlaza a muchos seres en un mismo destino. Quien sea de la verdad, me escuchará. Por eso los místicos de muchas religiones coinciden en planteamientos y experiencias semejantes. Buscan la verdad y buscan de verdad. Te invito amigo a seguir buscando así, sin fanatismos, para no convertirte jamás en aquello que rechazas.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]