«lo ha dado todo»

«lo ha dado todo»

Lectura del primer libro de los Reyes

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: «La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.»»
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

Salmo 145

R/. Alaba, alma mía, al Señor

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

Lectura de la carta a los Hebreos

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecia sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

[su_box title=»DARLO TODO…»]

La Palabra de este Domingo cuestiona profundamente nuestra aritmética. ¿Qué es mucho? ¿Qué es poco? Cuestiona también nuestras pobrezas y riquezas ¿Quién es realmente pobre? ¿Hay alguien tan pobre que no pueda dar nada, absolutamente nada? Y cuestiona también nuestra entrega, nuestro SER o no generosos, que va a depender –os lo adelanto ya- no de lo que tengamos sino de cómo seamos. Se puede ser pobre y generoso, pero también pobre y profundamente tacaño. El ser, hermanos, el “ser” es la cuestión. En los relatos de este domingo aparecerán dos viudas, dos iconos de desamparo y necesidad en su época.
El libro de Reyes nos presenta a la primera viuda, la viuda de Sarepta. anciana-mexicanaEl profeta Elías se la encuentra junto a su hijo en una situación desesperada. Estaban ya sin recursos para subsistir. Un poco de harina y un poco de aceite nada más: “voy a hacer un pan para mí y para mi hijo, nos lo comeremos y luego moriremos”. Elías desafía su bondad y su dolor y pide a la viuda: “haz como piensas, pero primero haz para mí un pequeño pan y me lo traes, para ti y para tu hijo lo harás después”. Elías se atreve a desafiar su fe, la anima hasta en su desesperación a confiar en Dios que promete que la orza no se vaciará ni la alcuza tampoco. Tener fe cuando la vida me sonríe y todo va bien es fácil, pero creer como esta viuda, en una situación extrema es algo muy distinto. Dar ahí, fiarse casi a oscuras, ser generoso cuando no tienes… tiene un plus grande de Humanidad, de Dios. Por eso Dios no permitió que la orza ni la alcuza se vaciaran.
Vamos con la segunda viuda que nos es presentada en el evangelio de Marcos. Además Jesús presenta su ejemplo, se fija en ella, frente a los escribas o maestros de la ley. Los escribas, dice Jesús, gustan de pasearse y hacerse ver, se dan importancia, le gustan los honores y reverencias, se aprovechan de la gente… viven “en la cáscara”, en el “qué dirán”. En cambio esa viuda pasaba inadvertida, no contaba para nadie, nadie se fijó en ella, pues no tenía nada que la hiciese parecer importante o digna de ser tenida en cuenta. Pero Jesús la pone como modelo. Esa pobre viuda, que no cuenta, ha hecho más que todos los que cuentan. Esta no da mucho, porque no puede, no tiene nada. Pero “ha echado todo lo que tenía para vivir” nos dirá Marcos. No da de lo que sobra, lo que no quiere… da de lo que necesita. ¿Somos capaces de amar así? ¿de dar así? ¿nos quitamos algo de “lo que necesitamos” alguna vez? ¿damos de “lo nuestro”? o incluso cabría preguntar ¿nos damos nosotros mismos? ¿o sólo esperamos recibir, como los Escribas, piropos, homenajes, regalos y reconocimientos? “Busca el segundo plano” nos dice hoy Jesús, no el papel protagonista, pero entrégate en ese “segundo plano”.
Así, Hebreos reconoce hoy en Cristo, la figura sacerdotal plena: la de quien se entrega a sí mismo del todo y para siempre, en la cruz. Él murió para interceder por nuestros pecados, por nosotros, porque vivió también así, intercediendo, uniendo, repartiéndose entre todos.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]