06 Ene La Palabra. Domingo 6 Enero 2013
La Epifanía del Señor
Ciclo C – 6 de Diciembre de 2012
Isaías 60, 1-6
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti.
Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá.
Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.
Sal 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. R.
Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. R.
Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. R.
Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenla protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. R.
Efesios 3, 2-3a. 5-6
Hermanos:
Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio.
Mateo 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
– «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y , venimos a adorarlo. »
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
– «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.”»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
– «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
Brillando con luz propia, como la estrella
por Víctor Chacón Huertas, CSsR.
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Llegó uno de los días más esperados del año, ¡los Reyes! Aunque los pequeños disfruten ya desde hace días de sus regalos la noche de Reyes no pierde su encanto, la historia es poderosa: que unos Magos de Oriente predijeran el nacimiento del Rey de los judíos y lo buscaran siguiendo una estrella, que los sabios y poderosos hombres se postraran ante un niño recién nacido y le tributaran los honores que un rey mereciera… es algo impactante. A cualquiera le asombra. Imagino el estremecimiento de María y de José ante tal despliegue de personalidades y en la humildad de aquel lugar. Sobrecogidos ante tales expresiones no atinarían más que a alabar a Dios, al ver que allí mismo lo tenían presente manifestándose en la increíble fragilidad de aquel niño, su hijo.
La Palabra de Dios que hoy se nos regala nos estimula a ser cristianos brillantes, deslumbrantes, en cierta manera:
1. “¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!” Es la Exhortación del profeta Isaías a la ciudad santa. Abandona las tinieblas, reconoce la luz y súmate a ella. Deja que esta luz que ha nacido reine en tu vida, más aún, conviértete en reflejo de ella para los demás –y esto es interpretación mía- así serás buen cristiano, de los que brillan con luz propia. Porque al fin y al cabo toda luz verdadera procede de la única Luz, de Dios. La fe no sólo nos ilumina a nosotros interiormente, sino que nos convierte en lámparas encendidas que iluminan a los demás, nos hace ¡portadores de la luz divina! Y eso es precioso además de verdadero. Somos capaces de iluminar el rostro de los demás, podemos hacerlo ¿por qué no lo hacemos?
2. Pablo en su carta a los Efesios nos da una nueva clave: “sabéis hermanos de la distribución de la gracia que Dios me ha dado a favor vuestro”. Es decir, que la gracia-luz que yo poseo o que soy os pertenece a los demás. Así lo dice Pablo, así lo hemos de sentir cada cristiano, cada llamado. Mi ser, es ser para la Iglesia, para los demás. Mi vocación no es sólo mía; es de Dios y sólo la vivo rectamente en cuanto la entrego a los demás. Es un recordatorio vivo de la parábola de los talentos. A cada cual se le han conferido unos talentos, póngalos a producir a favor de los demás. Cada cual aprenda a ser fiel con lo que tiene, entregar su luz, la gracia que ha recibido de Dios. Esto no quiere decir que andemos por ahí de “iluminados” ni queriendo dar lecciones a nadie, sino ofrecer humildemente aquello que somos, como los magos, unos llevan oro, otros incienso, otros mirra. Todos diferentes, todos valiosos.
3. “Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría… cayendo de rodillas adoraron al niño”. No hay acto más importante que este de adorar, sabiendo además perfectamente a quién adoramos. No ante cualquiera nos doblamos de rodillas y lo besamos así, sino solo a Dios. La fuerza de los gestos habla por sí sola. Llegaron allí siguiendo una estrella, pero llegado el momento dejaron de prestarle atención y se centraron en el verdadero “Astro” que viste de luz nueva la Tierra. Era necesario adorar y reconocer quién era el mayor, el importante, el protagonista… descubrir allí la manifestación gloriosa y contradictoria de Dios en Jesús. Ojalá aprendamos a vivir en esta dinámica: ser luz sin convertirnos en “estrellas”, saber adorar a aquel que nos da la luz sin dejar de querer alumbrar, de su parte, a los demás.
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