03 Sep La fuerza regeneradora del perdón
Lo apasionante de la Iglesia, si acertamos a reconocernos en ella con amoroso realismo, es que está viva. A pesar de las muertes anunciadas, sigue viva. Quienes, desde fuera, detectaron tantas veces enfermedades en ella, con frecuencia diagnosticaron bien, apuntaron a síntomas de incuestionable desgaste y envejecimiento. Pero olvidaron algún aspecto decisivo que al final les desmintió: la Iglesia sigue viva.
Se rejuvenece después de cada muerte pretendida y revive después de cada vulneración infringida.
‘La fuerza regeneradora del perdón’, libro escrito por Miguel Rubio, de la editorial Perpetuo Socorro, dedica sus páginas al fenómeno de la culpa y analiza el significado y las dimensiones del pecado como punto de partida necesario que arranca de la negatividad; a la virtud cristiana del perdón, que analiza el sentido y las dimensiones del perdón como “anticuerpo” que responde positivamente, desde la “gracia”, inmunizando y potenciando la existencia cristiana, y a la Iglesia, como lugar de reconciliación.
Según Rubio, el anticuerpo del perdón actúa en el interior de la Iglesia con sentido regenerador: ello supone que la Iglesia “necesita” perdón, reconciliación y “posibilita” el perdón. La reconciliación es una forma de regeneración para la Iglesia: posibilita la reconciliación y no puede ni debe renunciar a ello, pero, por otro lado, la Iglesia necesita reconciliación y no puede ni debe exonerarse de esta obligación intransferible. La Iglesia es reconciliadora, reconciliable y aspira a ser reconciliada.