19 Dic La fuerza de lo débil
Lectura de la profecía de Miqueas
Así dice el Señor: «Pero tu, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastorea con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.»
R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad».» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias,» que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
“La fuerza de lo pequeño”
Desde hace algunas décadas –quizás más- estamos en “la sociedad de los fuertes”, de la exaltación de la autonomía, los derechos, el “empoderamiento”, de la igual de sexos… todas cosas laudables y grandes conquistas sociales. Pero a veces esas defensas nos hacen entrar en dinámicas de suspicacia, de rechazo total del paternalismo/ maternalismo. Freud nos dijo que “había que matar al padre”, a ese padre castrador que no nos dejaba vivir en libertad, el problema está en que “matando al padre” también nos quedamos sin su otra cara: una fuente de afecto, protección y búsqueda de bien que es necesaria para todo ser humano, especialmente a las edades tempranas, pero también en las posteriores. Si no, que le pregunten a algunos adultos que ya no los tienen. “Hay que ser fuertes, hay que ser autónomos, hay que ser autosuficientes…”, se nos dice hoy.
Y el Profeta Miqueas nos dice otra cosa: “y tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande y éste será nuestra paz”. Lo débil, lo pequeño, lo frágil, no es tan malo según Miqueas. En Belén está el principio de la salvación si se reconoce y acepta como pequeña, como necesitada de la grandeza del Dios que viene a salvarla, a darle su paz. Miqueas no dice a Belén “date tú la Paz”, sino acoge la paz que va a nacer en medio de tu pequeñez, en tu pueblo. Realmente no somos ni podemos ser totalmente autosuficientes, todos somos un poco como “Belén”, todos necesitamos un salvador aunque lo llamemos de otra manera.
No podemos dejar de preocuparnos por el otro, ser cercanos, interesarnos por él, buscar su bien… ser “un poco paternalistas” no es tan malo. Desde ahí se pueden entender esas imágenes bellas del salmo 79: “pastor, ven a visitar tu viña… que tu mano nos proteja, nos cuide. No nos alejaremos de ti”.
Lucas nos presenta otra historia de debilidad y de fuerza de Dios en María. Ella se puso en camino (embarazada) y fue aprisa a la montaña a ver a Isabel. “En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó de alegría en su vientre. Y se llenó Isabel del Espíritu Santo”. María, la pequeña y joven mujer judía, pero elegida y llena de gracia es canal de Dios para los demás, es un instrumento pequeño, pero poderoso en sus manos de Padre bueno. María alegra a Isabel y a Juan entrando en sus vidas. Sin duda en nuestra fe, esta imagen de María humana, mujer, madre, que visita, se preocupa, se entrega… nos hace un bien inmenso y le da calidez a nuestra fe. En este mundo a veces tan autónomo, tan frío, tan autosuficiente… mirar a María, vivir un poco en Belén nos viene muy bien.
Víctor Chacón Huertas, CSsR