La fraternidad hará el milagro

La fraternidad hará el milagro

¿Cómo podemos describir la situación que estamos viviendo en Europa y sus repercusiones mundiales? ¡La guerra en Ucrania! La explosión de una maldad inimaginable en nuestro siglo.

M.ª Jesús González, catequista Sopeña Loyola, asegura en nuestro último número de la revista Icono, sección ‘Solidaridad’, que «Nos faltan las palabras, nos aturde lo incomprensible. Contemplamos atónitos las imágenes de destrucción y muerte, sufrimientos humanos enormes, miles de vidas destrozadas, migraciones masivas, adultos sin rumbo, niños asustados, hombres jóvenes defendiendo la patria con sus vidas… y brotan en nuestro corazón, la indignación, compasión, solidaridad, tristeza y una especie de miedo, sospechando que estamos ante una situación peligrosa, desconocida, en alto grado imprevisible».

La lucha entre el bien y el mal comenzó a existir muy pronto y, de una forma u otra, aflora siempre. El mal habita en el corazón del hombre, del ser humano (también el nuestro) dañado profundamente por el pecado original y tiene muchas caras; la peor de todas es el egoísmo y la soberbia que le lleva a no reconocer a su Creador y a no respetar ni amar a sus semejantes. Aunque es cierto que el interior solo lo conoce Dios, nosotros conocemos «el árbol por sus frutos» y éstos sí los vemos y sufrimos.

LO QUE SALE DEL CORAZÓN

Jesús dijo que lo que realmente daña al ser humano es lo que sale del corazón… Las bombas, los misiles destructores, «explotan» antes en el corazón de los que traman la guerra… Su responsabilidad es tremenda, pero, aunque parezca raro, son los primeros destruidos y dignos de compasión. Es la degeneración total, el monstruo. La historia los pondrá en su lugar.

«Es loable y decisiva la ayuda internacional, el envío de armas, el apoyo moral», asegura M.ª Jesús González. Hay que hacerlo. Es condenable la invasión de un país soberano… es legítima la defensa de su territorio y, sobre todo, de las personas y su patrimonio material, cultural y espiritual; pero la lucha armada es una solución a medias. Habrá vencedores y vencidos y se repetirá la historia en cualquier momento. No parece que la mayor parte de los seres humanos seamos capaces de respetarnos profundamente y lograr un entendimiento duradero.

EL MANDAMIENTO DEL AMOR

Lo dramático es que muchos de los que creemos en Jesucristo y conocemos su encargo principal, el mandamiento del amor, no siempre lo ponemos en práctica. ¿Dónde nos queda el «amar también a los enemigos»? ¿Dónde queda si te piden la capa, entrega también el manto? ¿Será solo para ámbitos privados o «próximos» y no para el alcance de toda la Humanidad?

No. No es lo mismo «lo personal que lo público o social», pero de corazón sale todo y debe haber una forma de combinarlo y dar pasos hacia la paz. Por ejemplo: dejar de fabricar armas. El Papa Francisco no tiene miedo a repetir esta petición y en su carta Fratelli Tutti, podemos encontrar pautas preciosas y motivaciones para vivir la solidaridad, la fraternidad, el amor a todo nivel.

El Evangelio, creído, saboreado y vivido tiene en sí un potencial más eficaz que todas las armas del mundo.

UNA GUERRA «AL REVÉS»

«Es una guerra ‘al revés’, con victoria segura, a largo plazo y los seres humanos, en general, no parece que estemos cerca de este planteamiento. El Reino de Dios solo ha comenzado, pero todavía no llega», detalla González.

El pasado 15 de mayo tuvo lugar la canonización de Carlos de Foucauld. La revista Vida Nueva de esa semana, al comienzo del pliego lo reconoce como «hermano universal».  Desde el desierto y «en contacto» con otros; un contacto estrecho y respetuoso con los que eran diferentes, con todos. Merece la pena leer todo el pliego.

«Como hija de Dolores Sopeña, descubrí en el nuevo santo un aspecto que coincide con ella: sus caminos son diferentes, pero ambos buscan y proponen el ideal de fraternidad», asegura M.ª Jesús González en nuestra revista Icono. «Hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo Jesús» era el ideal de Dolores. Y esto en unos tiempos de grandes distanciamientos sociales. Solo la fraternidad hará el milagro.

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