La casa no es un hotel

La casa no es un hotel

La casa no es un hotel. O lo que es lo mismo: ¿Cómo convivir con hijos adolescentes? Es la pregunta que con más frecuencia se hacen los padres. Y es que la mayoría de ellos han olvidado de las siguientes cuestiones importantes:

La primera es que la adolescencia es una etapa y como tal no dura toda la vida, aunque a algunos se les haga interminable. La segunda es que no saben cuándo comienza, tan solo advierten algunos cambios de conducta o de humor en sus hijos, pero a menudo lo interpretan como «algo que está fallando», «este niño está insoportable», o «¡con lo bien que iba todo…!». Todos los padres padecen una especie de amnesia y no recuerdan que ellos también pasaron por esa etapa en la que no se entendían sus padres.

LA IMPORTANCIA DE LA ADOLESCENCIA

Esta etapa comienza entre los 11-13 años, aunque las niñas comienzan y acaban el proceso antes que los niños. Es un período donde se produce un desarrollo cerebral seguido de un proceso de reorganización de las diferentes regiones cerebrales. Es la base del cerebro adulto donde empieza a formarse la identidad que coincide con el proceso de «individualización» de la persona, en donde se cuestiona todo. le molesta todo, no entiende por qué se le exigen cosas, y se le ponen normas que antes no se consideraban importantes.

LOS LÍMITES AYUDAN A MADURAR

Todos los niños quieren y necesitan comprender las normas de cada uno de los contextos en los que viven (casa, colegio, parque, etc.). Necesitan saber hasta dónde pueden llegar y qué pasa cuando rebasan los límites establecidos. si no pasa nada, es decir, si no hay ninguna consecuencia, aprenderán a saltarse dichos límites, en vista de que no hay nada que les frene.

Los límites, aparte de que sirven para que los hijos se sientan seguros y protegidos, les aportan estabilidad emocional y, gracias a ellos, tienen una orientación que guíe su conducta. De este modo, se consigue que se vayan haciendo responsables de las consecuencias de su comportamiento.

Uno de los motivos para poner límites, es que con ellos se aprende a ser feliz y libre sin hacerse daño a sí mismo y a los demás. Cuando un hijo ejerce su libertad de una manera consciente se sentirá respetado y establecerá acuerdos con sus padres porque las normas no serán impuestas sino consensuadas.

Las normas no se ponen por capricho, tampoco por las preferencias individuales de los padres. El objetivo es que ellos aprendan a desenvolverse con seguridad e identifiquen su entorno como estable.

Si los padres son excesivamente permisivos y no introducen ningún límite, estás cometiendo una negligencia porque siempre son necesarios y cuando los límites están claros y no cambian constantemente, los hijos saben si su conducta es adecuada o no, y las consecuencias que tiene el saltarse una norma.

CARACTERÍSTICAS DE LOS  LÍMITES

Los límites han de ser realistas, claros, deben ponerse a priori y no como consecuencia de un acto no justificado, y tienen que ser coherentes. Estas normas no deben ser rebasadas y, si lo son, los padres deben exigir explicaciones. Los límites se pueden poner sobre las tareas domésticas, el aseo personal, el trato basado en el respeto y los buenos modales con los distintos miembros familiares, el horario de ver TV o el móvil , horario de entrada y salida de la casa, horario de comidas y cenas si se puede, el orden en el dormitorio, las pagas, las compras, los regalos y, por supuesto, hacer su cama.

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Por: Ana Rodríguez, terapeuta de familia, para la revista Icono julio-agosto.