19 Jul EL SANTÍSIMO REDENTOR
Isaías, 55, 3-5.
Escuchadme atentos. Prestad oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones. Tú llamarás a un pueblo desconocido; un pueblo que no te conocía correrá hacia ti: por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel que te honra. Buscad al Señor mientras podéis encontrarlo, invocadlo mientras está cerca.
Palabra de Dios.
Salmo: Isaías 12.
GRITAD JUBILOSOS:
¡QUÉ GRANDE ES EN MEDIO DE TI
EL SANTO DE ISRAEL!
El Señor es mi Dios y Salvador,
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación,
y diréis en aquel día:
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra.
Gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!”
Romanos 5, 12-19.
Hermanos:
Lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron…
Pero, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley. Pues a pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos.
Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: la sentencia contra uno acabó en condena total; la gracia, ante una multitud de pecados, en indulto.
Si por la culpa de aquél, que era uno sólo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida para todos. En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.
Palabra de Dios.
Juan 3, 13-18.21.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Palabra del Señor.
LA REDENCIÓN ES ABUNDANTE.
Compadecido de los pobres, el año 1732 y en la población campesina de Scala (Reino de Nápoles) San Alfonso fundó la Congregación de Misioneros del Santísimo Redentor (Redentoristas), para anunciar el Evangelio a los pobres siguiendo los pasos de Jesucristo: “Me envió a anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). Lejos de las teologías de su tiempo, que reducían el número de los salvados a sólo unos pocos, Alfonso proclamó y anunció con sus palabras y obras la redención abundante para todos los hijos de Dios.
San Clemente Mª Hofbauer llevará el carisma del Instituto al Imperio Austro-húngaro. Viena y Varsovia serán los focos de irradiación de toda su actividad evangelizadora al resto de Europa.
San Juan Nepomuceno Neumann y los beatos Pedro Donders y Francisco Javier Seelos introducirán la Congregación del Santísimo Redentor en América del Norte y del Sur.
La familia redentorista cuenta con cuatro Santos: San Alfonso, San Clemente, San Gerardo y San Juan Nepomuceno Neumann; y con quince beatos: Pedro Donders, el apóstol de los leprosos en Surinam (Guayana holandesa), Gaspar Stanggassinger, formador de nuestros seminaristas, Jenaro Mª Sarnelli y su trabajo apostólico con los pobres y las prostitutas de Nápoles; Francisco Javier Seelos que desplegó toda su actividad pastoral en EE.UU, un mártir eslovaco y cuatro mártires ucranianos. España suma de momento otros seis redentoristas mártires del siglo XX: José Javier Gorosterrazu, Victoriano Calvo, Ciriaco Olarte, Miguel Goñi, Julián Pozo y Pedro Romero. Dieron su vida por Jesucristo y la causa de su evangelio.