17 Dic El Hijo del Hombre
Jesús sentía una especial predilección por esta expresión a la hora de hablar de sí mismo: «El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza… padecerá mucho… será entregado… crucificado… resucitará… vendrá en las nubes del cielo… si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros».
El artículo que hoy os recomendamos está escrito por José Cristo Rey García Paredes, cmf, en la sección ‘Misioneros’ de nuestra revista Icono de diciembre.
«Pocas veces utilizamos esta imagen. Preferimos otras: Cristo, Jesús, Hijo de Dios, Profeta, Sumo Sacerdote, Rey. Sin embargo, la liturgia nos invita a penetrar en el significado de este título cristológico: ¡Hijo del Hombre! Es mucho más importante de lo que imaginamos para contemplar a Jesús y reconducir nuestra conducta».
El misionero claretiano asegura que «el Hijo del Hombre ofrece un servicio con cuatro características»:
1) Personal. El servicio de Jesús es «personalizado»: Fija sus ojos en cada persona, en su individualidad; escucha, está atento y atiende.
2) Estético: «Todo lo hizo bien», es decir, «todo lo transformaba en belleza, en bondad». La estética de sus gestos quedaba impresionada en las personas a las que atendía: ¡Seducía a todos! Ante Él, cualquiera se sentía dignificado, honrado, sanado, nunca humillado.
3) Terapéutico: El servicio del Hijo del Hombre tiene propiedades curativas. Ensalza al abatido, enaltece al humillado, a los pobres los colma de bienes y de bienaventuranza. «Manaba de Él una energía que los curaba a todos».
4) Ecológico: el más pequeño servicio -como dar un vaso de agua- nunca queda aislado. Entre en la ecología de la acción. Se reproduce de las formas más insospechadas: o por su ejemplaridad, o por su generosidad que es generativa… El servicio del Hijo del Hombre transformó y redimió la red de los servicios, «símbolos de la Gloria-Belleza de Dios». Los símbolos de la Gloria embellecen al mundo, curan a la humanidad, la dignifican.
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