12 Nov «Él está cerca»
Lectura de la profecía de Daniel
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
Salmo 15
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos
Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a lo que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»
[su_box title=»‘Él está cerca, a la puerta'»]
Se acerca el final del año litúrgico. Y con ello se eleva el tono escatológico y de espera de un final feliz y glorioso cuando el Señor vuelva, os adelanto que no sabemos muy bien ni tan siquiera un “poquito bien” cuándo ni cómo será. Además este pensar en el final nos ayuda a encarar nuestra verdad más radical: que también caminamos hacia un final propio, de nuestra pequeña historia con minúsculas. Pero que lo hacemos, si vivimos bien la fe, con más esperanza que miedo. Porque a Dios no hay que temerle, pues “el amor expulsa el temor” como dice Juan en su carta, y un Dios que es Amor y pide amor, no puede ser temido ni infundir temor.
Daniel es un escritor apocalíptico más que un profeta. En su relato nos presenta una convicción clara: “se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro”. Es decir, se salvarán los que tú escribas Señor, amigo de la vida. Como dijo el Concilio Vaticano II, el Espíritu de Dios actúa y salvará a muchos por caminos que sólo Él puede conocer. Ya no cabe tener un discurso radical y soberbio, más propio de la Edad Media: “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”. ¡Claro que la hay! (si no, leed Nostra Aetate 2) ¡Sólo faltaba que le dijéramos a Dios a quién tiene que salvar y cómo! A quién tiene que inscribir en su libro de la vida… Él es Dios y es Sabio, Él sabrá bien a quién salva. Como nos recuerda Francisco su salvación es gratuita y universal. No depende de nuestros rosarios ni nuestras misas, sino de nuestra generosidad y amor.
El Salmo 15 expresa una certeza y una alegría de los creyentes: “El Señor es el lote de mi heredad, y mi copa; mi suerte está en tu mano… por eso se me alegra el corazón y mi carne descansa serena”. Dios es un regalo en nuestra vida. Un don siempre gratuito, siempre impagable y siempre profundamente enriquecedor. Nos cambia la vida, nos alegra, nos ayuda en toda adversidad y nos hace hasta dormir de noche con más calma. Pues a fin de cuentas estamos en sus manos. ¡Y qué manos más dichosas! ¡Qué suerte la nuestra!
Marcos presenta esa advertencia de Jesús sobre lo que habrá de suceder. Grandes signos y manifestaciones. No las tomemos en su literalidad (la Biblia nos muestra cómo llegar a los cielos, no cómo funcionan estos). Solo señala, cuando ocurran esas manifestaciones, “sabed que Él está cerca, a la puerta”. Además de eso, Jesús hará una advertencia con el ejemplo de la higuera. Nos dirá: fijaos en los signos que os rodean. ¡no viváis aislados, encapsulados! No viváis ajenos a lo que os rodea, los pequeños signos como la higuera, o los grandes, como lo que pasa en cielos y tierra. Nunca tuvimos tanta comunicación y nunca tuvimos tanta soledad. “Yo estoy a la puerta y llamo” dice el Señor en el Apocalipsis. ¿Sabes tú estar cerca de quien te necesita? ¿Sabes ser cercano con las personas o pones barreras y defensas? En el prójimo descubrimos al Señor, y si no recuerdo mal, el amor al prójimo será lo que nos haga encontrarle (Mt 25).
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]