El banquete de Dios

El banquete de Dios

Os dejamos el comentario a la Palabra de este domingo.

El banquete de Dios

– En la lectura de Isaías Dios aparece preparando un banquete, como un camarero. Siempre me gustó la imagen de Dios que sale en la película «Como Dios» de Jim Carrey, el personaje que representa a Dios es Morgan Freeman y aparece siempre limpiando con una fregona o reparando cosas en un edificio. Una labor callada, silenciosa, paciente, humilde… Sin duda algo muy propio del Dios de Jesús. La lectura de hoy nos hace imaginar a Dios con mandil sirviendo la mesa, colocando cubiertos, platos, alimentos… Un Dios cercano y presente en lo cotidiano, un Dios servicial. Nos dice Isaías que su mesa, su banquete, es para todas las naciones. Y aquí no hay distinción seguro. Sierra Leona al lado de EEUU o naciones europeas, y si tienen miedo a contagiarse de algo, a lo mejor no merecen sentarse en la mesa del Padre, que es mesa de hermanos. Esta mesa tiene unas servilletas curiosas con las que el Padre también enjuga las lágrimas de sus hijos, de todos los que sufren. Su banquete no sólo sacia el estómago, sino que repara el corazón y las fuerzas. ¿A qué estáis deseando sentaros? Pues imitad al Dios del servicio: mandil, escoba, y sonrisa en ristre. Si Dios Todopoderoso coge la escoba y pone la mesa para otros, tú también puedes.

– Los mensajes del salmo 22 y de Filipenses van en la misma dirección. «Nada temo porque tú vas conmigo». Y Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me fortalece». Ambos hablan de experimentar el consuelo y la cercanía de Dios, su fortaleza. No hay que temer porque no me apoyo en mí mismo. Sentirse y sentarse al lado de Dios es un consuelo que se debe compartir. No somos cristianos para nosotros mismos. La fe fortalece nuestra vida para salir a anunciar. ¿Anunciar qué? El mismo consuelo y la misma fortaleza que nosotros experimentamos. Anunciar ese banquete maravilloso que Dios nos prepara.

– Mateo nos narra el banquete del rey con detalle. El enviado del rey anunciando el banquete, pero los invitados no quisieron ir… Preferían otras cosas, estaban «ocupados», distraídos y quizás hasta poseídos por otros dioses y banquetes que debían parecerles mejor que aquel. Cada cual puso su excusa, y ya se sabe… El que no quiere hacer algo, siempre encuentra una excusa, ¡hay tantas posibles! Hay tantas cosas a nuestro alrededor que nos prometen plenitud y felicidad, y que bajo apariencia de banquete nos van restando fuerzas y vitalidad, y si no controlamos nos van absorbiendo: la preocupación por mi imagen, las redes sociales, el culto al cuerpo, nuestro pasarlo bien a toda costa, el alcohol, ciertas «amistades»… La lista sería larga, que la complete cada cual. ¿Cuál es tu excusa para no ir al banquete verdadero, al que nos hace a todos hermanos? ¿Cuál es tu excusa para no vivir más a fondo tu fe, para no entregarte más a los demás? Ojalá cuando nos llegue el turno, y ya nos ha llegado, seamos capaces de aceptar tal invitación, y de ir «adecuadamente vestido» como quien va a una fiesta, pues al lado de Dios y de los que sufren sólo se puede ir con respeto y reverencia.

Víctor Chacón Huertas, CSsR

 

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