31 Ago domingo XXII del T. O.
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La Palabra
by victorcssr
Domingo 01 de Septiembre del 2013
Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta. El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 67,4-5ac.6-7ab.10-11
R/.Preparaste, oh Dios, casa para los pobres
Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor;
su nombre es el Señor. R/.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.
Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a):
Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: «Cédele el puesto a éste.» Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba.» Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»
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«Amigo, sube más arriba»
Dice la Real Academia de la Lengua que la humildad es la virtud del conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y el obrar de acuerdo a este conocimiento. Dice Santa Teresa de Ávila que la humildad no es otra cosa que la verdad. Sobre todo el reconocerla y aceptar que no somos ni tan grandes ni tan buenos como nos gustaría ser o que las cosas que nos rodean fueran.
Por mucho que sonriamos y pongamos buena cara, la vida se impone y nos obliga a confesar que ni todo es como lo soñamos ni está en nuestra mano totalmente hacer que sea así. Por eso se impone genialmente el alegato que hace el libro del Eclesiástico hoy a favor de la humildad: «Hazte pequeño en las grandezas humanas». Cuando todo el mundo se hinche y pavonee y se crean muy importantes, tú, sigue reconociendo que nada ha cambiado, que eres quien eras, que lo que ahora alegra tanto a todos es pasajero y accidental. Hazte pequeño. Y también: «Dios revela sus secretos a los humildes». Los humildes son de la confianza de Dios, pues Él elige siempre lo humilde para confundir a los soberbios (Magnificat). El Dios más grande, el único, es quien ha sido capaz de abajarse al máximo, hasta morir por nosotros, y muerte de cruz. Su ejemplo nos estimula a hacer de la humildad el norte de nuestra brújula, que apunta siempre hacia él.
La consecuencia de ser humilde es clara: porque conozco mi pasta, porque sé cómo soy y con qué facilidad caigo y hago el mal que no deseo y dejo de hacer el bien que quisiera hacer… busco algo más, me apoyo en otros. Para creer es necesario ser humilde, ningún creyente puede vivir instalado en la soberbia, en la autosuficiencia, éstas lo alejan de Dios y lo conducen siempre a la idolatría. Por el contrario ser humildes abre poco a poco al misterio de alguien más grande, más bueno, más verdadero y más bello que nosotros mismos: Dios.
La escena de Lucas termina por redondear la enseñanza sabia de la Palabra de este domingo: «Amigo, sube más arriba». Ésa frase sólo se puede decir a alguien que ha sido humilde, que ha buscado el bien de los demás y no ha acaparado el mejor puesto para sí mismo. Es la honra de ser humilde. El soberbio, el pretencioso, además de engañarse sufrirá la humillación pues es ley física universal: todo lo que sube antes (o después) termina por bajar.
Pensar en cristiano no es jamás buscar los primeros puestos, un cristiano no puede ser «trepa» ni ambicioso ni buscar lo mejor para sí. El cristiano convida a quien no puede devolverle la invitación: «pobres, lisiados, cojos y ciegos»… en definitiva, todos aquellos con los que la sociedad no cuenta por estar abajo, muy abajo, para ser vistos o tenidos en cuenta. Pidamos a Dios crecer en esta sana humildad que nos acerca a él y a los demás, a aquellos que más nos necesitan. [/box]
Víctor Chacón Huertas, CSsR