24 Ago domingo XXI del T. O.
Lectura del libro del profeta Isaías.
Esto dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto y te destituiré de tu cargo. Aquel mismo día llamaré a mi siervo, a Eleacín, el hijo de Elcías; le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda y le traspasaré tus poderes. Será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que é1 abra, nadie lo cerrará; lo que é1 cierre, nadie lo abrirá. Lo fijaré como un clavo en muro firme y será un trono de gloria para la casa de su padre».
Salmo responsorial (137)
R. Señor, tu amor perdura eternamente.
L. De todo corazón te damos, gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos.Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu Templo.
L. Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor; siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor.
L.Se complace el Señor en los humildes y rechaza al engreído. Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones.
Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
¡Qué inmensa y rica es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás el pensamiento del Señor o ha llegado a ser su consejero? ¿Quién ha podido darle algo primero, para que Dios se lo tenga que pagar? En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por El y todo está orientado hacia El. A El la gloria por los siglos de los siglos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan, el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas». Luego les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y Yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que El era el Mesías.
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«Lo hincaré como un clavo en sitio firme»
El Dios justo busca quien sea justo. Esa puede ser la conclusión del breve relato que nos deja Isaías sobre el siervo de palacio. El ser humano busca fácilmente privilegios, comodidad, confort… Pero esa es mala actitud cuando uno está ante todo llamado a servir a su Señor. Por eso, el Señor que es justo, busca siervos que sean justos y cumplidores, entregados a su misión. No dudará en ofrecer el puesto a quien realmente lo merezca y lo pueda desempeñar bien. El problema no está en fallar o no hacer bien el trabajo, sino en acomodarse y dejar de ser servidor.
¡Qué abismo de generosidad, sabiduría y conocimiento! Es la expresión de Pablo a los romanos con la que les enseña la actitud debida a Dios: admiración. El creyente vive alabando y reconociendo todo lo que el creador ha hecho y hace aún por su vida, se da cuenta de que en todo ello ha puesto mucho amor y mucha sabiduría.
Abiertos a la revelación de Dios. Más de una vez hemos comentado ya la pregunta que Jesús hace a sus discípulos, «¿y vosotros, quien decís que soy yo?». Pedro toma la iniciativa una vez más. Pero Jesús coloca a Pedro en su lugar, le recuerda que es servidor, y que da aquello que primero ha recibido: la revelación divina. «Eso no te lo ha revelado nadie de carne ni sangre, sino mi padre del cielo». Es la apertura a Dios, la que hizo a Pedro capaz de responder a Jesús. Es la apertura a Dios y a su palabra la que nos hace también a nosotros capaces de responder a Dios y a nuestros hermanos.
Ojalá seamos capaces de vivir así, atentos a ser servidores auténticos, aunque no lo hagamos todo bien; preocupados de alabar y reconocer la obra de Dios; abiertos a su mensaje en nuestra vida. Un mensaje que nos ayuda cada vez más a conocerle a él y a conocernos a nosotros. Firmes como un clavo que ocupa su lugar y cumple su función, que une y da la firmeza que recibió de su hacedor.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]