domingo XVI T.O.

domingo XVI T.O.

Lectura del libro de la Sabiduría

No hay más Dios que Tú, Señor, que cuidas de todas las cosas. No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas de la justicia de tus sentencias. Tu poder es el fundamento de tu justicia y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos. Tú muestras tu fuerza a los que dudan de tu poder soberano y castigas a quienes, conociéndolo, te desafían. Siendo Tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres. Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta.

Salmo responsorial (85)

R. Tú Señor, eres bueno y clemente.
L.
Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica da respuesta pronta /R.
L.
Señor, todos los pueblos vendrán para adorarte y darte gloria, pues sólo Tú eres Dios, y tus obras, Señor, son portentosas /R.
L.
Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lento a la cólera, ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora /R.

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos

Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro, lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero»‘.
Luego les propuso esta otra parábola: «El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, vendrá a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas».
Les dijo también otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar».
Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía para que se cumpliera lo que dijo el profeta «Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo». Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo».
Jesús les contest6: «El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de mi Padre. El que tenga oídos, que oiga».

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De trigos y cizañas

A veces la vida se vuelve oscura, áspera, anodina, pesada… a veces en nuestra existencia aparecen malas hierbas, cizañas, entre tanto bueno sembrado. Esas cizañas pesan mucho, duelen mucho, no las pusimos nosotros ahí, y sin embargo, ahí están. Y nos da el bajón, y nos inunda la tristeza y el desánimo. ¡Tan buena cosecha esperábamos y aparece esto! Hoy el Señor nos invita a la paciencia y a la sabiduría. No hay que desesperar por mucha cizaña que aparezca en nuestro campo, hay que dejarlas crecer juntas, y en su momento llegará el tiempo de la siega.

No hay que querer adelantar procesos, quemar etapas, encajar todas las piezas del rompecabezas de nuestra vida a la vez… llegará su momento. No sea que por querer arrancar la cizaña también nos llevemos el trigo que aún no está maduro. Las prisas nunca han sido buenas consejeras, menos aún cuando el terreno a cuidar ha de dar frutos que perduren y edifiquen la propia vida.wheat-and-tares

Hay una bonita canción que usamos en la Pastoral Juvenil que ayuda a comprender la escena, dice así: “Como la semilla que se rompe al pudrir, han de ser las vidas que se entregan al Señor; no esperemos nunca dar la vida sin morir, nada hay que se rompa sin que duela el corazón; ¡oh Señor! Que me fie en tu vivir, mi oración que me acerque hasta ti, no sabré quien has sido sin sufrir ¡Oh Señor!”. La letra es bonita y profunda. Y nace del pasaje en el que Jesús dice a sus discípulos que el grano de trigo que no cae en tierra y muere queda infecundo, pero el que muere da mucho fruto.

Las espigas cuajadas de grano germinaron de semillas que se pudrieron en la tierra, que supieron entregar su vida y romperse, para dar a luz algo nuevo. Muchas veces se nos llena la boca de “entregas” y “fidelidades eternas” pero se nos olvida caer en tierra y morir. Ser capaces de cambiar la propia forma, para que germine vida nueva. El amor y la entrega traen inseparablemente dolor y sinsabores; porque suponen siempre dar, entregar, “pudrirse en la tierra” y, por un momento mientras das y “te pudres” por otro te quedas sin nada y muerto. Detrás de cada espiga hay una hermosa entrega del grano a la tierra, y eso la hace valiosa.

También así nuestra vida, que se hace hermosa, llena y cuajada de vida, en la medida que sabemos entregarla/pudrirla por otros. Se llena de amor auténtico, se llena de valor. Y esto ocurre aunque alguien decidiera poner cizaña en nuestro camino. Cada espiga conserva todo su valor e importancia. Y si alguna vez os puede el desánimo, la tristeza, la angustia… al ver en vuestro campo la cizaña recordad lo que dijo Pablo: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”. Él nunca nos deja y acompaña de día y de noche el crecimiento de nuestro campo. [/box]

Víctor Chacón Huertas, CSsR