21 Dic domingo IV adviento
Lectura del libro de Isaías 7, 10-14
El Señor habló a Ajaz en estos términos:
«Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.»
Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor.»
Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel.»
Palabra de Dios.
SALMO 23, 1-6
R. Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes
porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos. R.
El recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 1, 1-7
Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador por su resurrección de entre los muertos.
Por él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo.
A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, llegue la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 1, 18-24
Jesucristo fue engendrado así:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.»
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor.
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Con dolores de parto
Estamos ya en la cuarta semana de Adviento, y ¡será brevísima! Así que se puede decir que los cristianos estamos ya casi “con los dolores del parto”, acompañando a María en cada pequeña o gran contracción, sintiendo con José y María ilusión, miedo, inseguridad, gozo… todo bien mezcladito como nos sugiere la Palabra de Dios de este domingo, nos ponemos a su escucha y tratamos de sacar algunas claves para nuestra oración.
1. Una señal. Es lo que el Señor dice a Acaz “Pide una señal”, y el muy tonto no quería hacerlo, por temor, por respeto, por ¡quién sabe cuántos escrúpulos! Así que según cuenta Isaías el Señor por su cuenta nos dio su señal, ¡y menuda señal! “La virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel que significa Dios con nosotros”. Dios se hace presente en nuestra vida por encima de nuestros temores y remilgos. Aunque nos olvidemos de él tantas veces, aunque lo instrumentalicemos en favor de nuestra tranquilidad de conciencia o de nuestra seguridad. Él nos sigue dando su señal, nos sigue mostrando su modo de hacer las cosas, de hacerse presente sin lugar a dudas o especulaciones: la virgen está encinta, mirad que el todopoderoso nace niño.
2. Un hombre justo. El protagonista indiscutible del relato de hoy es José, y eso aunque sea más bien el actor secundario. ¡pero hizo tan bien su papel secundario! Que merece que lo mencionemos hoy especialmente. Sólo se nos dice de él que era el esposo de María y que era un hombre justo. “Justo” puede entenderse en su sentido más puramente legalista, José cumplía la ley, era un buen judío observante; pero “justo” le califica porque va más allá de lo que la ley prescribe –repudiar a su mujer por esperar un hijo que no era suyo- decide no humillar ni herir a María. Es “justo” porque acepta el plan de Dios, aunque le desconcierte y ponga patas arriba sus propias seguridades. Tuvo sus dudas, no lo vio todo claro ni lo entendió a la perfección, pero aceptó la acción de Dios y dejó que así fuera. Se retira a segundo plano para que Dios, su Espíritu, María y -sobre todo- el niño sean los verdaderos protagonistas. Y eso aunque la sociedad de su época le concediera a él toda la autoridad y poder decisorio. José nos enseña mucho: no juzga ni hiere a nadie, no pone obstáculos a Dios, se dispone a servir, acepta un misterio que le supera y no pregunta mucho, sabe vivir un proyecto de pareja, respetar al otro…
3. Dios está cerca. El Evangelio de Mateo se abre con la proclamación de que Jesús pertenece a nuestra historia, que él es el Emmanuel (Dios con nosotros) y se cierra con este mensaje y promesa de Jesús: “Mirad que yo estoy con vosotros cada día hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Es todo un canto a la fidelidad y cercanía de Dios en nuestra vida, en nuestro mundo. Cada Navidad lo celebramos: Dios nace otra vez en tu vida, se hace de nuevo presente, te da otra señal, te hace otro guiño, te hace sentir su calor y su cariño… y se queda esperando tu respuesta, tu cercanía, tu guiño. Dios está cerca, pero arrímate un poco más hermano o no sentirás su calor ni verás su luz. [/box]