16 Ene domingo II T. O.
Lectura del libro de Isaías (49,3.5-6):
El Señor me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Salmo
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
Como está escrito en mi libro:
«Para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,1-3):
Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,29-34):
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.» Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
Te llamo a ser luz
Los ecos del Bautismo de Jesús nos piden hoy hablar de la vocación. Una de las traducciones de la primera lectura, uno de los cánticos del Siervo de Isaías, dice así: “y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo”. Con esta preciosa expresión se remarca no sólo lo sagrado y misterioso de la vida; sino el saber ya que desde su inicio está llamada a plenitud, ungida por Dios, llamada a florecer y desplegar todas sus potencialidades. En lo íntimo y profundo de la existencia, antes de nuestros primeros latidos, ya soñaba Dios con nosotros y anhelaba vernos vivos y volcados en dar vida.
– “Es poco que seas mi siervo, te hago luz de las naciones”. Es otra sensacional expresión de Isaías. Y da la idea de salvación universal que abarca a todos, y por ende, no excluye a nadie. ¿quién puede superar a la luz? ¿Qué conozcamos que viaje más rápido o abarque más? Nada. Como dice el salmo, Dios es justo y hace salir su luz –el sol- sobre justos e injustos… para que todos tengan oportunidad de confrontarse con su luz, y ver su acierto o error. También nosotros estamos llamados a iluminar, no como estrellas; más bien como luna que refleja la luz siempre mayor del Sol. Y si alguna luz poseemos, a él se la debemos.
– “Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús…escribo a los santos que él llamó”. Pablo se reconoce y presenta como llamado por Cristo, como enviado suyo. Esto significa que Pablo no actúa en nombre propio –como algunos quieren creer- ni decide según criterios puramente humanos. Él es fundamentalmente un “llamado”, un instrumento de Dios, alguien que acude porque le “in-vocaron”. Poner la vida en manos de Dios no es fácil, requiere mucha humildad y confianza, requiere más amor a Dios que amor propio… por eso tan pocos responden, y de los que responden…tan pocos perseveran. Se ha de brillar con otra luz, dejar claro que somos enviados y no patrones ni dueños de esa luz que nos posee para seguir siempre dándose a otros.
– “Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, ésta es la luz. Juan Bautista cumple su cometido, se identifica como testigo y precursor del Hijo de Dios. Reconoce “yo mismo no le conocía”, pero, “como lo he visto, doy testimonio”. Toda verdadera vocación es descubrimiento y encuentro de Cristo, con él. En él, todos podemos esperar un nuevo nacimiento. Y en el fondo eso es lo que supone e implica ser llamados y responder afirmativamente. Habrá quien sienta la tentación de decir que no hay pecado, que eso es propio de otra época oscurantista de la Iglesia. A esos conviene recordar que mientras haya sufrimiento hay pecado, y mientras no alcancemos la plenitud a la que Dios nos llama, seguimos necesitando la luz de Dios y de sus llamados.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]