07 Ene «Dios estaba con Él»
Lectura del libro del profeta Isaías
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el dereho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.»
Salmo 28
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.
El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»
Lectura del santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.»
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»
[su_box title=»‘Porque Dios estaba con Él'»]
A veces perdemos un poco el norte con las modas y tendencias psicológicas de consumo. Hace un tiempo estaba muy en boga tener clases de autodefensa, luego nos animaron a aumentar nuestra autoestima y leer libros de autoayuda y superación (¿os acordáis de “¿quién se ha llevado mi queso?), ahora el coaching… y todas cosas muy loables que seguro ayudan a crecer o madurar algún aspecto o muchos aspectos humanos. Pero la mayoría busca afirmar a la persona desde fuera, desde las cualidades que muestro o cómo me ven otros o yo mismo. A veces, estas corrientes tan en boga, han producido esperpentos, personas con “exceso de confianza” en sí mismos, vamos, lo que llamamos “sobrados”. Gente que lo sabe todo, lo ha visto todo, y está de vuelta de todo. Y eso generalmente termina por provocar el rechazo de otras personas, generalmente más modestas y con la autoestima más justita. Me entendéis…
La mejor autoafirmación de una persona se hace amándola. Eso dice Isaías. Así presenta el profeta el amor que Dios tiene por su siervo: “mirad a mi siervo, mi elegido, a quien prefiero…”. El siervo es perfecto a los ojos de Dios. No necesita gritar para imponerse, ni romper cosas para demostrar su fuerza. Es él mismo y se sabe amado por Dios y eso le basta. En el libro de Hechos, aparece hoy San Pedro comenzando a hablar de Jesús de esta manera: “Me refiero a Jesús de Nazaret que pasó haciendo el bien y curando porque Dios estaba con él”. Dios estaba con él. Y eso lo cambiaba todo. Lo hacía capaz de todo. Se cumple lo que antes decía Isaías: “Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas”. Jesús se creyó la promesa y el amor de Dios. Y caminó con esa certeza durante toda su vida. ¿y si lo hiciéramos también nosotros? ¿y si dejáramos que él esté con nosotros, camine con nosotros, hable a través de nosotros? Habría que intentarlo. Merece la pena intentarlo.
Lucas nos presenta hoy el relato más breve del bautismo de Jesús. En el destaca la humildad como la verdadera virtud y fortaleza de las personas. Por un lado Juan, “yo no soy digno ni de desatarle la correa de las sandalias”. Y por otro lado Jesús, puesto sencillamente en la fila de pecadores como uno más. Ninguno hace alarde de nada, no presumen de nada, no se imponen ni con sus palabras ni con sus actos. Solo son. Simple y pacíficamente son. Aunque no dejarán de hablar y de denunciar lo injusto y lo falso; pero sin violencias ni gritos, desde la fuerza que da la humildad y la verdad, el saberse acompañados por Dios durante toda su vida, siempre, eso y no otra cosa es el Bautismo.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]