08 Mar DECLARACIÓN DEL EQUIPO DE PJVR DE ESPAÑA CON MOTIVO DEL DÍA DE LA MUJER
DECLARACIÓN DEL EQUIPO DE PASTORAL JUVENIL REDENTORISTA DE ESPAÑA
CON MOTIVO DEL DÍA DE LA MUJER – 8M 2020
“Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos, porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis vestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús”. (Gál 3,25-28)
UN SIGNO DE LOS TIEMPOS
Los cristianos, sabedores del amor de Dios por todos sus hijos e hijas, no podemos mirar hacia otro lado en un momento en el que la cuestión de la mujer se ha convertido en un signo de los tiempos. No se trata de un argumento ideológico, sino de una verdadera causa social que va más allá de cualquier signo político. Por esta razón, asumimos una reflexión serena sobre este asunto que nos debe mover a eliminar la desigualdad en sus parámetros formales y estructurales que interiorizamos desde el nacimiento. No podemos seguir creyendo que un cambio en las leyes para que todos tengamos los mismos derechos y posibilidades es suficiente; no lo está siendo, debemos ir más allá y buscar una justicia integral y no sólo formal.
Los hombres y las mujeres somos distintos y complementarios en ciertos niveles, siendo el nivel biológico el más evidente. Sin embargo, esta evidencia es sólo un aspecto más entre otros muchos que deben ser considerados (social, laboral, religioso, puestos de responsabilidad o liderazgo…).
Vivimos en un mundo radicalmente materialista donde incluso el encuentro íntimo con el otro puede ser materia negociable, cosificando los cuerpos, especialmente los femeninos. Pensemos, por ejemplo, en la prostitución, manifestación extrema de la cosificación de la mujer. Esto eleva a desigualdad e injusticia el hecho de ser hombre o mujer y por ello debemos dar la espalda a una cultura que deshumaniza, recordando que el amor de Dios nos iguala a todos más allá de nuestra realidad física o biológica.
CUESTIÓN DE IGUALDAD, CUESTIÓN DE AMOR
Entendernos como iguales derriba las barreras históricas que nos enseñaron y sólo desde la comprensión mutua surge el verdadero Amor. No podemos pensar que el Padre que nos ama y nos pide que nos amemos nos condenó a la incomprensión.
Dios no nos ama desde categorías abstractas sino desde la individualidad. No ama a los pobres y a los ricos, a los blancos y a los negros, a los hombres y a las mujeres; Él ama a las personas. Por ello, si el amor de Dios nos iguala, debemos asumir como un verdadero compromiso cristiano la cuestión de la igualdad, que es, en definitiva, la cuestión de la fraternidad. Esta realidad todavía no se ha logrado en un mundo en que las mujeres son víctimas de violencia de género, se prostituyen o son prostituidas, son culpabilizadas de los abusos que perpetran algunos varones o la sociedad contra ellas, tienen techos de cristal en sus vidas laborales y/o en sus parroquias…
El amor verdadero no se manifiesta en relaciones de subordinación, sino en relaciones filiales, amistosas o amorosas entre iguales. En este sentido, hasta que no consigamos vivir como iguales no podremos cumplir verdaderamente el mandamiento del Amor.
No es fácil salir de los profundos surcos horadados por siglos de historia, porque tristemente hemos asumido la desigualdad como parte de nuestra identidad, pero en nuestra intrahistoria encontramos ejemplos de disidencia pacífica, serena y fundamentada ante un sistema social que no cumple el sueño de Dios para nosotros.
MARÍA Y JOSÉ, MODELOS DE UN NUEVO PARADIGMA
Hemos aprendido a contemplar a María como ejemplo de vida centrándonos demasiado en su dimensión moral. Además, entre otros títulos teológicos, se la define como “la nueva Eva” que repararía el pecado cometido en el paraíso por aquella primera mujer porque, en ella, “la llena de Gracia”, no hay espacio para el pecado, sólo para la Gracia.
Sin embargo, queremos recuperar su condición de discípula entre los discípulos y de madre entregada por Jesús en la cruz para acompañar a su Iglesia. María es modelo de una entrega radical a Dios que nace de la absoluta libertad. Por ello, no es justa la mirada teológica que la convierte en una imagen tergiversada de la sumisión. María no es sumisa a los hombres de su tiempo de ningún modo. Con su “¡Hágase!” se rebela y deja de someterse a la lógica patriarcal para encarnar la lógica de Dios arriesgándose a la marginación y al rechazo. María nos muestra que el camino de la Fe no va ligado a la subordinación al varón. Ella es ejemplo de que el encuentro con el Dios que nos ama en libertad y nos invita a seguirle, empodera a cada persona de forma que podemos subvertir el orden establecido cuando manifiesta injusticia o desigualdad.
Este mismo encuentro con Dios es el que lleva a José a descubrir y a vivir una nueva masculinidad porque es capaz de ver a María silenciando la óptica del varón de su tiempo. José no se deja llevar por lo que la sociedad podría esperar, sino que se desprende de su “poder” para acoger a María como igual. También él se arriesgó a la marginación y al rechazo asumiendo el plan de Dios.
Para ellos no fue fácil. Tampoco lo es para nosotros subvertir estos roles en la sociedad actual, pero hemos sido llamados a transformar la realidad en un mundo más justo.
Por todo ello, desde la PJVR nos unimos al sueño de Dios y nos comprometemos a:
– Escuchar al feminismo como movimiento social desligado de toda ideología política o de tintes extremistas, comprometiéndonos en el reconocimiento de las mujeres como seres humanos de pleno derecho. No seguiremos ajenos a la causa de la mujer.
– Educar en igualdad, potenciando el empoderamiento de las mujeres y una nueva masculinidad para los hombres, de forma que los valores que han sido siempre relacionados con la feminidad o la masculinidad sean de todos en tanto que son buenos en sí mismos y no propios de hombres o mujeres.
– Ser y sentir de forma más igualitaria y justa. Escuchemos las voces de expertas y expertos que nos llevan ventaja en la investigación sobre esta cuestión. Nos hacemos conscientes de nuestras limitaciones e intentamos superarlas escuchando no sólo a la propia Iglesia.
– Pedir perdón por las veces en que las mujeres han sido menospreciadas por el simple hecho de serlo en el seno de la Iglesia, siendo relegadas a puestos de subordinación con labores secundarias o únicamente asistenciales. Por no haber creado espacios en que se diera el crecimiento personal de las mujeres.
– Denunciar los casos de abuso hacia las mujeres, también en el seno de la Iglesia. No miraremos más para otro lado. No toleraremos el abuso a la mujer como forma de dominio o subordinación sexual, psicológico o de poder.
– Buscar espacios de diálogo y de gobierno igualitarios. Que la Iglesia deje de ser “la familia de todas y todos pero sólo el proyecto de los hombres”. Será necesario que ellos acepten la renuncia del poder que no construye Reino de Dios y que ellas se entiendan como sujetos activos, de forma que interioricen que su voz es igual de importante que la de sus hermanos varones.
– Defender a las mujeres que se encuentran en situación de exclusión radical: comprometidos contra la prostitución, la trata de blancas y los malos tratos no sólo con medidas paliativas, sino reeducando los procesos que desembocan en estas situaciones. Ofrecemos nuestro apoyo a las mujeres que se encuentran en esta situación e intentaremos revertir los procesos que llevan a los hombres a perpetrar el abuso.
– Concienciar a nuestras comunidades de que la cuestión de la mujer nos afecta a todos y no es sólo la lucha de las mujeres, igual que la pobreza no es sólo la lucha de los pobres.
– Rezar y comprometernos para que nuestras comunidades se conviertan en puntos violeta, donde las mujeres se encuentren acogidas ante las agresiones sexistas que puedan sufrir. Donde concienciemos, prevengamos y eduquemos en el respeto mutuo y hagamos realidad con nuestra vida el ejemplo de Jesús acercándose a las mujeres de su época.
Equipo de PJVR de España
8 de marzo de 2020