12 Abr P. Damián Mª Montes en Editorial VIDA NUEVA
El rostro y la voz que puede ofrecer la Iglesia
Publicado el 10.04.2015 , en el nº 2.936 de Vida Nueva. Del 11 al 17 de abril de 2015
EDITORIAL VIDA NUEVA
Un areópago de 4,6 millones de espectadores. Es la comunidad a la que ahora también se dirige Damián María Montes, el misionero redentorista que participa en La Voz, el concurso musical más popular de televisión.
El joven sacerdote expondrá su talento y talante durante varias semanas en una cadena y ante una audiencia no especialmente sensible al hecho religioso, esto es, ante una periferia existencial caldo de cultivo para la nueva evangelización.
La buena acogida que tuvo su primera actuación ha de contemplarse no desde una mera anécdota mediática o la aventura de un paracaidista, sino como una invitación a la reflexión sobre dónde y cómo tiene que hacerse presente la Iglesia en el mundo de hoy.
La llamada de Francisco a salir de las sacristías, a perder la autorreferencialidad y a propiciar el encuentro con aquellos que nunca atravesarán el dintel de una parroquia se vislumbra en iniciativas como estas. Es el cambio de actitud frente al galopante secularismo y al cordón sanitario convertido en muro que ha llevado en los últimos años a parte de la Iglesia a distanciarse de la sociedad por miedo a contagiarse del relativismo reinante solo por respirar el mismo aire.
Es tiempo de perder el miedo a lo desconocido, de romper con esos estereotipos que diferencian. La televisión, la radio o las redes sociales, pero también un bar, un escenario o una sala de exposiciones pueden ser punto de encuentro para mostrar las Bienaventuranzas sin proselitismo, sino siendo testimonio, con esa presencia que es verdadero anuncio.
Los músicos cristianos como Damián, a los que miramos en este número de Vida Nueva, son ejemplo de trabajar en estas fronteras. Aunque todos ellos desarrollan sus carreras en el entorno católico, volcados en encuentros, conciertos y oraciones, también han dado el salto para actuar en cafés, salas y auditorios donde a priori no hay hueco para Dios. Y lo han hecho desde el arte, el ingenio y la creatividad.
Hacerse presente en lo que algunos podrían denominar territorio hostil implica un proyecto y una formación, un estudio de oportunidad y riesgos para adentrarse en estos foros: ni todos los programas de televisión son aptos, ni cualquiera ha recibido los dones para ellos. Solo desde el discernimiento que surge de abrazar la propia vocación desde la oración y el acompañamiento se puede configurar esta Iglesia en salida.
Prueba de ello, y consciente de esta exposición pública, Damián ha contado con el visto bueno de su comunidad, de sus superiores, del arzobispo de Madrid y del presidente de CONFER. Él es consciente de que será el rostro de una Iglesia joven, que canta, que sonríe, que se integra y usa el lenguaje de la generación a la que pertenece.
Ahora le toca a esa Iglesia de la que forma parte, esto es, a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, reflexionar si en el día a día, en esas periferias donde no hay cámaras ni focos, pero sí se encuentran a esos 4,6 millones de espectadores con nombres y apellidos, ofrece ese rostro de comunidad resucitada, que sabe a Pascua, consciente de que cada una de esas personas que pasean por el plató de la vida son la verdadera audiencia potencial para el anuncio del Reino de Dios.