Alégrate

Alégrate

Lectura de la profecía de Sofonías

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.»

Salmo (Is 12)

R/. Gritad jubilosos:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel»

El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

[su_box title=»‘Alegraos de verdad'»]
“Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos”. Llegamos un año más al domingo de la alegría, Gaudete. Dios se alegra con nosotros y nos pide alegrarnos con Él. Pero una alegría sincera, que nace del corazón, nunca forzada, nunca imperada. Es muy distinto, lo sabéis bien, el saludo de alguien que se dirige a ti y te habla por compromiso, por “quedar bien” o por “convención social”, del saludo y la conversación del amigo, de quien te quiere, de quien no puede dejar de sonreír, de escucharte y de alegrarse por estar contigo. No hay comparación posible. Dios no nos pide lo primero, no una alegría forzada o por quedar bien. Sí la del corazón, sí la de saberse amados: “El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”.
Filipenses lo pide aún más claro: “Estad siempre alegres en el Señor. El Señor está cerca. Nada os preocupe, sino que en toda ocasión, en la oración y súplica, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”. Es decir, que el Dios que os quiere alegres sostiene vuestra alegría si lo invocáis. Si lo pedís en oración. A veces dejamos a Dios sólo para los eventos o momentos “cumbre” o “bajón” de nuestra vida. Nos acordamos de Dios sólo si nos va muy bien y estamos de verdad contentos (porque fuera hace sol), o porque estamos muy mal, en crisis y desfondados (y138074346 fuera hay tormenta). Pero Pablo nos dice, ¿y si lo importante no fuera el tiempo de fuera sino el de dentro? ¿y si con la oración cotidiana tu vida siempre tuviera sol? Esto sí que sería arrimarse al “sol que más calienta”, y sin duda sería beneficioso para tu vida de fe, y tu vida, en general. Propóntelo si no lo haces ya. Dedícate este tiempo de oración, que es tiempo para estar alegres ante Dios.
En el evangelio de Lucas, una pregunta se repite a Juan el bautista ante la inminente llegada del Mesías: “Entonces, ¿qué hacemos?”. Y Juan irá orientando su acción: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, igual”. A otros les dice “no exijáis más de lo establecido”, a otros “contentaros con vuestra paga, no saqueéis”. Queda claro que la venida del Mesías es siempre oportunidad para cambiar, para mejorar la propia vida. Una oportunidad de mostrar en gestos concretos el deseo de su llegada. No sólo nos preparamos rezando. Algo debe cambiar en nuestra vida cada adviento si queremos acogerle. Una actitud más solidaria, más responsable, más generosa, menos egoísta… parece clave para que la venida de Jesucristo sea real, y vaya más allá de una figurita en un belén, unas luces brillantes y unas canciones y regalos que probablemente no necesitamos. Quizás sí que necesitamos momentos de alegría auténtica, de sentirnos amados por Dios y por los hermanos, y momentos de plantear mejoras “estructurales” (no sólo decorativas o estéticas) en nuestra vida.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]