19 May Afrontar la vida
El objetivo de las páginas de este libro escrito por Miguel Combarros es ayudar a descubrir en la vida valores y virtudes que, bien arraigados, orienten y sostengan el esfuerzo de forjar el carácter de adquirir esa sabiduría humana y cristiana básicas para afrontar la vida y gobernarla.
‘Afrontar la vida’ se divide en 3 partes. La primera, ‘Caminar a la luz de la fe’; la segunda, ‘Los pecados capitales de hoy’ y, la tercera, ‘Ráfagas de luz’. En la primera, se trata la mística del camino, la verdadera sabiduría, la dignidad humana, el bien común, el divorcio, las raíces cristianas de Europa, la apostasía silenciosa, la formación integral, la transmisión de la fe, los niños y los jóvenes sin futuro.
Frente a la sabiduría divina, la Biblia nos habla de la sabiduría del mundo, a la que Pablo califica de insensatez ante Dios: “porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios”. El buen educador transmite prudencia, moderación en los deseos, espíritu de trabajo, humildad y lealtad. El modelo perfecto de lo que deber ser toda persona es Jesús de Nazaret: “Jesús crecía en sabiduría, estatura y gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,40).
Por otro lado, se abordan los pecados capitales de hoy. Y se tratan la justicia social y el dinero, luchar contra la corrupción, paradojas del aborto, mensaje navideño de un niño no nacido, la verdad os hará libres y el cáncer del relativismo. El autor apuesta por la verdad y la transparencia en nuestra vida para ser el testimonio cristiano más convincente para el mundo de hoy.
Por último, en Ráfagas de luz destaca la importancia de escuchar el silencio frente a la dispersión, la austeridad frente al consumismo, el Cristo del desván, el valor del diálogo, el abuelo en la familia, el milagro de Manos Unidas, Orar desde la vida, por el arte hacia Dios y África, levanta el vuelo.
Según Combarros, en el silencio se ilumina el porqué de nuestra existencia y de nuestro destino, el porqué del dolor y de la muerte y por qué a veces, uno no es feliz, teniéndolo todo para serlo. En su opinión, en el silencio crece la reflexión y en ese silencio reflexivo se experimenta la verdadera libertad para escoger tu propia historia.
En cuanto al diálogo, según el autor, para que sea fecundo y provechoso, tiene que ser claro. “Es un intercambio de pensamiento, una invitación a ejercitar las facultades superiores”. Debe ser afable, no orgulloso, ni hiriente ni ofensivo, debe recibir su fuerza de la verdad interna, del amor con el que se pronuncia y no de forzada imposición. Por último, tiene que ofrecer confianza y promover la amistad y familiaridad y debe favorecer el acercamiento a los otros y ser prudente.