13 Jul domingo XV t.o.
Lectura del libro del profeta Isaías.
Esto dice el Señor: «Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a Mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión».
Salmo responsorial (64)
R. Señor, danos siempre de tu agua.
L. Señor, Tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias. /R.
L.Tú preparas las tierras para el trigo: riegas los surcos, aplanas los terrenos, reblandeces el suelo con la lluvia, bendices los renuevos. /R.
L. Tú coronas el año con tus bienes, tus senderos derraman abundancia, están verdes los pastos del desierto, las colinas con flores adornadas. /R.
L. Los prados se visten de rebaños, de trigales los valles se engalanan. Todo aclama al Señor. Todo le canta. /R.
2ª Lectura (Rom 8, 18-23)
Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios. La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió. Pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseernos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Evangelio (Mt 13, 1-23)
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que El se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
«Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.
Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» El les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aún ese poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: ‘Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que Yo los salve’.
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente çon alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos el ciento por uno; otros el setenta; y otros el treinta”.
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Salió el sembrador a sembrar…
La homilía de hoy es bastante más sencilla, pues es el propio Señor quien parte para nosotros el pan de la Palabra, quien explica la parábola del sembrador. Sólo haremos algunos comentarios que enmarquen la escena y nos ayuden a entender.
1. Como tierra buena. Este es el objetivo y la metáfora de este domingo. Dios es el sembrador y su Palabra, la semilla. Nosotros la tierra que debe acogerla pero que no siempre lo hace. Tener fe y vivir como creyentes no será otra cosa que cuidar “nuestro terreno” para que sea fértil y acogedor, para que reciba lo que viene de Dios y no sea esquivo ni a Dios ni al prójimo. ¿Nos dejamos empapar por la lluvia y la nieve o somos terreno arcilloso e infértil? ¿Qué capacidad de acogida tenemos, de escucha?
2. Algunos peligros. Alguna semilla cayó fuera del camino, es el peligro de buscar a Dios donde no está, buscar la plenitud donde no se encuentra, beber en fuentes que vuelven a dar sed… no hablamos de “fuera de la Iglesia” sino “fuera del amor”, el camino a recorrer es el amor, no la Iglesia (que es un medio). Alguna semilla cayó en terreno malo, pedregoso, germinó pronto pero por falta de raíz se secó –dice Jesús-: era por inconstancia, por falta de voluntad… por comodonería y pereza, diremos nosotros hoy. ¿Cuánto se pierde en nuestra vida de fe por estos mismos motivos? ¡Nos falta raíz! Nos falta constancia. Germinamos muy rápido y con mucho entusiasmo, pero después nos cuesta seguir. Otra semilla cayó entre espinas, fueron los afanes de la vida y el dinero los que hicieron que esta fracasara, tantas cosas por hacer y decir que a veces nos olvidamos de lo más importante: Dios y su Palabra. Pero otra cayó en tierra buena y produjo fruto: 100, 60 ó 30, cada una según pudo.
3. Dios nos ayuda. El salmo de hoy nos deja claro que en esta tarea de sembrar, cultivar y cosechar no estamos solos, es Dios quien nos guía y está detrás de todo, si le dejamos. “Tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza… preparas la tierra para el trigo, riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos,… bendices los renuevos”. Esta obra, este campo que somos nosotros tiene dueño, y Él ya se preocupa por nosotros, por ponernos a “producir” por sacar lo mejor de nosotros y que lleguemos a nuestro máximo esplendor. Sólo hay que dejarse hacer, tener paciencia, confiar en el campo y en sus tiempos. Y ahora es tiempo de sembrar, y de acoger, la semilla de la Palabra para que algún día arraigue hondo en nosotros hasta dar sus mejores frutos, unos 100, otros 60, otros 30. Pero todos frutos del Sembrador. [/box]
Víctor Chacón Huertas, CSsR