domingo VI Pascua

domingo VI Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los milagros que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados. Esto despertó gran alegría en aquella ciudad. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que Samaria había recibido la Palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por los que se habían convertido, para que recibieran al Espíritu Santo, porque aún no lo habían recibido y solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces Pedro y Juan impusieron las manos sobre ellos, y ellos recibieron al Espíritu Santo.

Salmo responsorial (65)

R. Las obras del Señor son admirables, Aleluya.
L. Que aclame al Señor toda la tierra. Celebremos su gloria y su poder, cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: «Tu obra es admirable». /R.
L.
Que se postre ante Ti la tierra entera y celebre con cánticos tu Nombre. Admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres. /R.
L.El transformó el mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto. Llenémonos por eso de gozo y gratitud: el Señor es eterno y poderoso. /R.
L.
Cuantos temen a Dios, vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia. /R.

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pedro

Hermanos: Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes. Pero háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia. Así quedarán avergonzados los que denigran la conducta cristiana de ustedes, pues mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió una sola vez y para siempre, por los pecados de los hombres: El, el Justo, por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió en su cuerpo y resucitó glorificado.

Evangelio (Jn 14, 15-21)

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos; Yo le rogaré al Padre y El les enviará otro Consolador que esté siempre con ustedes, el Espíritu de verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes. No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque Yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que Yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí y Yo en ustedes. El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, Yo también lo amaré y me manifestaré a él» . 

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Me veréis y viviréis

1.      “Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo”. El libro de Hechos nos sigue mostrando una Iglesia floreciente, una comunidad unida en su diversidad. Jerusalén y Samaria tenían muchas diferencias y rivalidades, baste pensar que Jesús nos ofrece el relato del “Buen Samaritano” para intentar limar asperezas y ayudar a los judíos a superar rivalidades tontas y prejuicios, y a mirar por encima de todo al hermano, al ser humano que hay en cada persona sea de la condición que sea. ¡Qué bien si supiéramos vivir al margen de esas rivalidades! Si la fe fuera el centro de nuestras comunidades, y la ayuda al hermano el camino a recorrer. Si no importara tanto lo que tú haces o lo que yo hago, sino lo que juntos –entre todos y con la ayuda del Espíritu- estamos construyendo. Estamos llamados a superar toda rivalidad que no obra lo que Dios quiere.

 

2.      “Siempre prontos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia”. Pedro, con su carta, pone también el dedo en la llaga. En lugar de competir, de entrar en litigios y de iniciar comparaciones estériles, vivid con coherencia vuestra fe. Nos dice más aún, manteneos siempre listos a dar razones de porqué vivís así y porqué creéis esto. San Pedro nos ayuda a buscar una fe razonable y razonada que sepa escuchar y dar argumentos pacíficamente, que no se guíe sólo por emociones o por convicciones apasionadas. Intenta explicar lo que vives. Intenta decir por qué y en qué te ayuda. Pero siempre con mansedumbre y respeto, sabiendo que muchos no te entenderán y que otros se reirán de ti.

 La luz de tu mirada

3.      “El mundo no puede recibir el Espíritu de la verdad, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo”. Un mensaje tremendo y denso que Juan nos ofrece este VI domingo de Pascua. Un mundo que no conoce al Espíritu ni a Cristo y que no puede recibirlos. Sus ojos están incapacitados para ver, como los discípulos de Emaús. Sólo el que cree más que teme puede ver y recibir al Hijo de Dios y a su Espíritu Santo. Y ese ver a Dios de la fe es el que nos hace vivir más profundamente, y ver lo que otros no ven. Fiarse de Dios, dejarse guiar por su Espíritu, es lo mejor que nos puede pasar. Aumenta nuestra visión y libera de toda orfandad y soledad.

Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]