29 Mar DOMINGO IV DE CUARESMA
Domingo IV de Cuaresma
1ª Lectura (1Sam 16, 1.6-7. 10-13) Lectura del Primer Libro de Samuel
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel «Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete”. Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: “Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey». Pero el Señor le dijo: “No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues Yo lo he descartado, porque Yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones». Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: “Ninguno de éstos es el elegido del Señor”. Luego le preguntó a Jesé: “¿Son éstos todos tus hijos?” El respondió: “Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño». Samuel le dijo: «Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue». Y Jesé lo mandó llamar. El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, porque éste es». Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial (22)
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
L. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. /R.
L. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guías por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. /R.
L. Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. /R.
L. Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida y viviré en la casa del Señor por años sin término. /R.
2ª Lectura (Ef 5, 8-14)
Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los efesios
Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas. Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto dan rubor aun mencionarlas, al ser reportadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz. Por eso se dice: “Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio (Juan 8, 12)
R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.- Yo soy la Luz del mundo, dice el Señor, el que me sigue tendrá la luz de la vida. R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.
Evangelio (Jn 9, 1-41)
Lectura del santo Evangelio según san Juan
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?» Jesús respondió; «Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que Yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, Yo soy la luz del mundo».
Dicho esto escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa ‘Enviado’). El fue, se lavó y volvió con vista. Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: «¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?» Unos decían: «Es el mismo», Otros: «No es él, sino que se le parece». Pero él decía: «Yo soy”. Y le preguntaban: “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?» El les respondió: «El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: ‘Ve a Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé y comencé a ver». Le preguntaron: “¿En dónde está El?” Les contestó: «No lo sé». Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?» Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: «¿Y tú, qué piensas del que te abrió los ojos?» El les contestó: «Que es un profeta». Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “¿Es este su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». Sus padres contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo». Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: ‘Ya tiene edad; pregúntenle a él’.
Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador». Contestó él: «Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo». Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?». Les contestó: «Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?». Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: «Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene». Replicó aquel hombre: «Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder». Le replicaron: ‘Tu eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?». Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. El contestó: «¿Y quién es, Señor, para que yo crea en El?». Jesús le dijo: «Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es». El dijo: «Creo, Señor». Y postrándose, lo adoró. Entonces le dijo Jesús: «Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos». Al oír esto, algunos fariseos que estaban con El le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?”. Jesús les contestó: «Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado». Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.
Comentario a la Palabra:
Dios habla desde lo humilde
1. “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Y Samuel hizo pasar ante sí a todos los hijos de Jesé. No le valió el mayor, el primogénito, tampoco el más listo ni el más guapo. Eligió –guiado por el Señor- al último de los hijos, al más pequeño, al más débil… al que quizás todavía no se le conocían muchas habilidades ni dones. La sorpresa de todos debió ser grande. ¿Por qué elige Dios a David? Dios siempre actúa de un modo original y nos sorprende. Lo pequeño, lo débil, lo inconsistente es barro fresco que aún se puede modelar. Los otros hermanos, quizás más valiosos y dotados para el mundo, más estimados socialmente, no iban a estar tan abiertos a Dios ni tan dispuestos a dejarse guiar por su espíritu como David lo estuvo. Nuestras inconsistencias y debilidades no espantan a Dios, son una oportunidad que tenemos de ser humildes y dejarnos guiar por él.
2. “En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas…”. Pablo instruye a los Efesios. Los estimula a una nueva vida que se traduce en acciones concordes con la fe profesada, obras de luz, obras fértiles. No hay mejor manera de describir la realidad apartada de Dios que la esterilidad (frente al Dios de la Vida). Quien opta por vivir para sí cae en esta dinámica de tinieblas y esterilidad, de apariencia y cascarón. Vosotros mejor vivid como hijos de la luz, no os dejéis confundir ni seducir por la esterilidad.
3. “Y volvieron los fariseos a preguntarle al ciego: “y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”. El contestó: “que es un profeta”. Le replicaron: “empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”. Simpático diálogo del ciego con los fariseos, su orgullo les impide creer y acercarse a Jesús como quien es verdaderamente. El diálogo que sostiene luego el ciego y Jesús será similar al de la samaritana, hermoso, profundo e interpelador. De la apertura de su corazón nace la fe, confiesa su fe en Jesús, se postra y le adora, pues aunque no sabía tantas leyes como los fariseos gozaba de la experiencia de ser sanado por Jesús. También nosotros podemos acercarnos al maestro y dejar que cure alguna que otra ceguera que el paso del tiempo va creando en nuestra vida. Pero para eso hace falta la actitud del ciego. “Creo, Señor”. Y se postró ante él.
Víctor Chacón Huertas, CSsR