REZAR EN ADVIENTO – 7 de diciembre de 2013.

REZAR EN ADVIENTO – 7 de diciembre de 2013.

Canto: Espera en el Señor

SALMO 146,1-2.3-4.5-6
ANTÍFONA: Dichosos los que esperan en el Señor

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
ANTÍFONA: Dichosos los que esperan en el Señor
 
LECTURA DEL EVANGELIO: Mt 9,35–10,1.6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»
 
PETICIONES:

  • Te pedimos por nuestras Comunidades Redentoristas para que seamos hermanos y hermanas de corazón grande, pacientes, generosos y compasivos.
  • Te pedimos por todos los cristianos para que proclamemos el evangelio como Buena Noticia de salvación, que traiga a todos alegría, justicia y amor.
  • Te pedimos para que sepamos acercarnos a los pobres, los que sufren, los que tienen el corazón desgarrado, y sepamos decirles palabras de consuelo y esperanza.

PADRE NUESTRO.
 
AVE MARÍA.
 
ORACIÓN FINAL.
Me ataste con tan fuerte lazo
de amor, que nada me desata.
Tan fuerte has reclamado
por mí, misericordia,
que apagaste las voces de mi culpa.
Nada me atemoriza, Cristo,
cuando Tú me acompañas.
Nada me acusa tanto
cuanto Tú me perdonas.
Si me cercan temores o pecados,
si mi propia conciencia me condena,
Tú me alivias, recreas y das vida.
Véome tan apreciado de Ti,
mi fiador benigno y diligente,
que hoy te entrego toda mi confianza.
 
(San Alfonso Mª de Liguori)