03 Ago domingo XVIII del T. O.
Primera lectura
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.
Palabra de Dios
Salmo
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Segunda lectura
Evangelio
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.» Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»Palabra del Señor
“Cristosíntesis”
Esa parece la propuesta de las lecturas de este domingo, pero antes de comentar su significado recuperemos algo de historia. Nuestros queridos monjes benedictinos –según creo recordar- conservaban en su regla primitiva un único voto, el principal, el más importante: “conversión de costumbres”. ¿y eso qué es? ¿qué implicaba? Pues implicaba estar siempre dispuesto a cambiar, a mudarse, a mejorar la propia vida; pero no en sentido egoísta y material sino espiritual, a mejorar la propia vida de santidad, a crecer ante Dios. Algo así parece la propuesta que veladamente nos va haciendo la Palabra de Dios de este domingo. En medio de las calores del estío y del aplatanamiento natural nos invita a desinstalarnos, apagar el aire acondicionado (quien lo tenga) y tomar en serio lo valioso de nuestra vida.
– Primero nos lo hace notar el Eclesiastés: “Todo es vanidad”. Y con esto nos invita a buscar lo realmente valioso de nuestra vida, y a darnos cuenta de que aquello en lo que tantas veces ponemos nuestra seguridad y confianza –la obra de nuestras manos- está vacío y no posee fuerza ni valor por sí mismo. Nada de este mundo te llenará del todo (te puede entretener sí, pero no dar sentido a tu vida), algo así parece sentenciar este libro sagrado. Has de buscar en otro lugar.
– San Pablo a los Colosenses da los siguientes pasos al pedirnos: “Buscad los bienes de allá arriba”, los que valen de verdad, los que no se encuentran tan fácil, no seáis tan flojos y perezosos, “lo bueno cuesta” apunta San Pablo. Todavía les insiste con más radicalidad: “Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros”. Y quizás sea hora de descubrir eso que “de terreno” hay en nosotros, eso que nos encadena a esta tierra y que no nos permite avanzar ni crecer en la relación con Dios y con los hermanos. Y una genial intuición paulina: “Cristo es la síntesis de todo (lo valioso, bueno y verdadero) y está en todos”, con ello nos llama a hacer una mirada profunda de la realidad, una visión trascendente y acogedora de cada persona y de su situación. Mirarlo desde Cristo.
– Al igual que las plantas realizan la fotosíntesis, y con luz, dióxido de carbono y agua producen oxígeno y nutrientes para ellas; nosotros estamos llamados a realizar la “Cristosíntesis”, a cambiar en nuestra vida cuanto hay de terrenal, de egoísmo, de cerrazón a Dios y a los hermanos, y pasar a descubrir a Cristo en cada ser que vive, aspirar a “los bienes de ahí arriba” y gozar descubriendo aquello que Dios hace en mi vida. Abandonar toda ambición, dejar de “rezar a Dios para que me toque la lotería”, para que haga lo que yo quiero, y comenzar a rezarle ¡para que yo me disponga a hacer lo que él quiere! Hay un leve matiz entre estas dos oraciones. Un cristiano que no realiza la Cristosíntesis no oxigena la Iglesia sino que la contamina… redescubramos la importancia de vivir en estado de conversión, en actitud de permanente cambio.
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Víctor Chacón Huertas, CSsR