28 Feb Domingo III Cuaresma
Éxodo 3,1-8a.13-15
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo:
«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.»
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.»
Respondió él: «Aquí estoy.»
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.»
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.»
Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los israelitas y les diré: «El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros.» Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?»
Dios dijo a Moisés: «»Soy el que soy»; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy’ me envía a vosotros».»
Dios añadió: «Esto dirás a los israelitas: «Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación».»
Salmo
R/.El Señor es compasivo y misericordioso.Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.
I Corintios 10,1-6.10-12
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.
Lucas 13,1-9
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»
«CONVERTIRSE O MORIR»
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Ésta será la disyuntiva ante la que Jesús nos ponga este domingo. La conversión debe estar en la raíz de nuestra vida cristiana, y debe periódicamente actualizarse. De lo contrario, el tiempo y nuestra dejadez y tendencia a la comodidad harán su mella. Aún recordamos con emoción y agradecimiento el gran ejemplo de nuestro Pontífice emérito, Benedicto XVI, que en el corazón de esta Cuaresma nos ha recordado lo esencial de la vida cristiana: servir siempre; vivir desde la humildad; no apegarse jamás al poder o a la soberbia de creerse protagonistas indispensables. La Iglesia, al igual que la barca de Pedro, avanzan por la historia manejadas silenciosa y delicadamente por Dios, aunque a veces armemos tanto escándalo los pasajeros de abordo. El protagonista es siempre él. Veamos con detenimiento algunas claves de la Palabra de este domingo:
1) “¡Descálzate y disponte!” Este parece el mensaje que Dios deja a un Moisés que actúa movido primero por la curiosidad: “Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable”; y luego por el temor y la duda: “Moisés se tapó la cara temeroso de ver a Dios” y luego: “Si me preguntan cómo te llamas ¿qué les respondo?”. Es la vocación de Moisés. Es consolador ver cómo también uno de los grandes personajes de Israel se siente descolocado y desbordado por la presencia de Dios en su vida y por la misión que le confía. En este fragmento que hemos leído sólo aparece la primera de las objeciones que Moisés hace a Dios, la de saber su nombre, pero son ¡hasta cinco! Las veces que Moisés cuestionará a Dios o tratará de hacer que envíe a otro, que él no vale para esta misión. La llamada de Dios no podía ser más sugerente y significativa: “Descálzate, pues el sitio que pisas es terreno sagrado”. Quita las muchas cosas que sobran en tu vida, que estorban a tu fe, que no dejan prioridad a Dios. ¡Quítalas! Descálzate tú también.
2) “El que se cree seguro, cuidado no caiga”. Es la genial advertencia de Pablo a los Corintios: “Cuidadín, cuidadín hermanos que es muy fácil patinar si no estamos centrados en Dios”. Algo así podría ser lo que Pablo dijera hoy, con un poco de humor. Y antes de la advertencia les recuerda la obra buena de Dios para con TODOS, este “todos” resuena especialmente en la lectura: “todos estuvieron bajo la nube, todos atravesaron el mar, y todos fueron bautizados, y todos comieron el mismo alimento…. Y todos bebieron la misma bebida espiritual” pues bebían de Cristo, que era y es para todos. Pero, dice la lectura, “la mayoría de ellos no agradaron a Dios” según apunta, por haber codiciado el mal, por vivir desde la protesta contra Dios y su enviado. Por no saber confiar más allá de sí mismos. Por eso, “el que se cree seguro cuidado no caiga”. O según un proverbio chino «los espíritus fuertes no deben dar zancadas más largas que sus piernas, podrían caerse».
3) “Convertirse o morir” no hay otra alternativa según Jesús. Ya que “si no os convertís, todos pereceréis lo mismo” por dos veces lo señala Jesús a un grupo de judíos dispuestos a recordar bien la “culpa ajena”. Jesús les pide que se dejen de acusar a nadie y de mirar el pecado en la gente de otros pueblos, y que comiencen a mirarse ellos por dentro. La parábola de la higuera es un maravilloso canto a la misericordia de Dios, conecta perfectamente con el Salmo recitado (102): “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura”. Quizás sea momento de dejar a Dios que nos cure y nos cuide, de ponernos en sus manos, y acogernos a su misericordia. El principio de la conversión es el arrepentimiento, pues quién piensa que su vida ya es formidable ¿cómo y qué cambiará en ella? “Hora de pasar la ITV”. Podéis estar tranquilos, estamos en las manos del mejor «mecánico».
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Víctor Chacón Huertas, CSsR