21 Ene SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS. DÍA 4
Día 4: Martes, 21 de enero
El misterio pascual: la encarnación, pasión, muerte
y resurrección de Jesús
Éxodo 3,7-8
El Señor continuó diciendo:
— He visto la angustiosa situación de mi pueblo en Egipto, he escuchado
los gritos de dolor que le causan sus opresores y conozco sus calamidades. 8
Ahora he decidido librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país
para conducirlos a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y
miel, al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos
Salmo 16,5.7.10-11
El Señor es la parte de mi herencia y mi copa,
tú eres quien diriges mi destino.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
aún de noche me remuerde mi conciencia.
Pues no me abandonarás
en el reino de los muertos,
no permitirás que tu fiel vea la tumba.
Tú me muestras el camino de la vida,
junto a ti abunda la alegría,
a tu lado el gozo no tiene fin.
Filipenses 2,5-11
Comportaos como lo hizo Cristo Jesús,
el cual, siendo de condición divina
no quiso hacer de ello ostentación,
sino que se despojó de su grandeza,
asumió la condición de siervo
y se hizo semejante a los humanos.
Y asumida la condición humana,
se rebajó a sí mismo
hasta morir por obediencia,
y morir en una cruz.
Por eso, Dios lo exaltó sobremanera
y le otorgó el más excelso de los nombres,
para que todos los seres,
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
caigan de rodillas ante el nombre de Jesús,
y todos proclamen que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Lectura patrística
De la tradición latina
Dios Padre, por su inmensa misericordia, envió a su Verbo creador, el
cual, al venir para salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la misma
situación y en los mismos ambientes donde nosotros habíamos perdido
la vida. Y rompió las cadenas que nos tenían prisioneros. Apareció su luz
e hizo desaparecer las tinieblas de la prisión y santificó nuestro nacimiento
y abolió la muerte, desligando aquellos mismos lazos que nos habían
encadenado.
Oración
Gloria y alabanza a ti, oh, Señor
Bendito seas, oh, Cristo, primogénito de toda la creación:
coronado de gloria y honor. R.
En tu nombre se doblará toda rodilla en el cielo,
en la tierra y en el abismo,
y toda lengua proclamará que tú eres el Señor. R.
Alegrémonos y cantemos alabanzas a ti, oh Cristo,
amado Hijo del Padre:
tú eres el Resucitado, nos llamas a vivir en ti. R.
Te adoramos, te glorificamos,
porque tú eres rey de reyes y Señor de señores:
has abierto para nosotros el reino de los cielos. R.
Te damos gracias en todo momento y bendecimos tu nombre:
tú estás con nosotros siempre, hasta el fin del mundo. R.
Oremos
Señor, Dios nuestro,
al glorificar a tu Hijo Jesús, nos has librado de la muerte.
Por su resurrección,
despierta nuestros corazones adormilados,
ilumina a todos lo que te buscan
y haz que la estrella de la mañana brille sobre nosotros,
que es Jesucristo, el Viviente,
Señor por los siglos de los siglos. AMÉN.