20 Ene SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS. DÍA 3
Día 3: Lunes, 20 de enero
La encarnación del Hijo
Jeremías 33,14-16
Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré lo que anuncié sobre Israel y Judá. En aquellos días y en aquel tiempo le brotará a David un vástago legítimo que impondrá en el país la justicia y el derecho. En aquellos días Judá quedará a salvo y Jerusalén podrá vivir confiada, y la llamarán “el Señor es nuestra justicia”.
Salmo 72,7.12.16-17
Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz mientras dure la luna.
Pues él salvará al desvalido que clama,
al humilde a quien nadie ayuda.
Que haya grano abundante en la tierra,
que la mies ondee en la cima de los montes,
que sus frutos florezcan como el Líbano,
sus gavillas como la hierba del campo.
Que su fama dure por siempre,
que perdure por siempre bajo el sol;
que en su nombre se bendiga,
que todas las naciones lo elogien.
Juan 1,1-14
En el principio ya existía la Palabra; y la Palabra estaba junto a Dios y era Dios. Ya en el principio estaba junto a Dios. Todo fue hecho por medio de ella
y nada se hizo sin contar con ella. Cuanto fue hecho era ya vida en ella, y esa vida era luz para la humanidad; luz que resplandece en las tinieblas y que las tinieblas no han podido sofocar.
Vino un hombre llamado Juan, enviado por Dios. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino testigo de la luz. La verdadera luz, la que ilumina a toda la humanidad, estaba llegando al mundo. En el mundo estaba [la Palabra] y, aunque el mundo fue hecho por medio de ella, el mundo no la reconoció.
Vino a los suyos y los suyos no la recibieron; pero a cuantos la recibieron y creyeron en ella, les concedió el llegar a ser hijos de Dios.
Estos son los que nacen no por generación natural, por impulso pasional o porque el ser humano lo desee, sino que tienen por Padre a Dios.
Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Lectura patrística
De la tradición armenia
Tomó sobre sí todas las pasiones humanas, excluyendo el pecado. Es decir:
pasó hambre el que alimenta a todos los vivientes. Pasó sed el que
da el agua de la vida a todos los creyentes. Sintió cansancio el que es
descanso de todos los fatigados. Durmió el que siempre mantuvo a Israel
vigilante. Lloró el que enjugó las lágrimas de todos los ojos […]. Él tomó
nuestro cuerpo sufriente, de manera que el impasible padeciera con un
cuerpo sufriente, y el inmortal muriera con cuerpo mortal para liberarnos
a nosotros, que somos culpables.
Oración
Gloria a ti, oh, Cristo. ¡Gloria a ti!
Palabra de Dios, te hiciste carne, y viniste a habitar entre nosotros.
Has compartido nuestra vida en todas las cosas;
has muerto como todos morimos. R.
Hijo de David, esperado por los justos y los profetas,
has anunciado la buena nueva a los pobres;
has proclamado el tiempo de gracia del Señor. R.
Viniste a romper las cadenas de la esclavitud;
pasaste haciendo el bien;
abriste para todos el camino hacia Dios. R.
Viniste al mundo en la debilidad y la pobreza;
has confundido a los soberbios con tu humildad;
has llevado a ti a los cansados y agobiados. R.
Tú eres el Cordero de Dios y nuestro pastor,
el siervo de Dios y nuestro Señor:
te hiciste pecado por nosotros, nuestro redentor. R.
Oremos
Señor Dios, Padre nuestro, haz que fijemos nuestros ojos en ti para que caminemos juntos de las tinieblas a la luz de tu rostro, que se nos revela en Jesús, tu Hijo y hermano nuestro, que vive contigo y con el Espíritu Santo ahora y por los siglos de los siglos. AMÉN.