09 Jul DÉCIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Zacarías 9, 9-10.
Esto dice el Señor:
«¡Salta de gozo, Sion; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador; pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna.
Suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; romperá el arco guerrero y proclamará la paz a los pueblos. Su dominio irá de mar a mar, desde el Río hasta los extremos del país».
Palabra de Dios.
Salmo 144.
BENDECIRÉ TU NOMBRE POR SIEMPRE,
DIOS MÍO, MI REY.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan
Romanos 8, 9. 11-13.
Hermanos:
Vosotros no estáis sujetos en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Palabra de Dios.
San Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor.
EL EVANGELIO ES PARA LOS SENCILLOS NO PARA GENTE IMPORTANTE.
Mateo nos brinda una de las oraciones más bellas de Jesús. Es un grito espontáneo de admiración y agradecimiento al Padre “porque ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a la gente sencilla”. El Padre se revela a Jesús como el Dios de los humildes, mientras fariseos y sumos sacerdotes rechazan al Señor y su mensaje.
Sólo la “gente sencilla”, sufrida y en comunión con hambrientos, deprimidos, pecadores, enfermos y olvidados de la sociedad,… acoge el Evangelio, se preocupa del bien de los otros y se entrega de lleno a la causa del Reino de Dios.
No se confronta aquí ignorancia y sabiduría, ni se presupone que la ignorancia sea una virtud y la sabiduría un vicio. El inteligente no es necesariamente orgulloso, ni el ignorante es siempre humilde. Las preferencias de Dios no vienen de condiciones morales o religiosas, sino de la situación humana que viven “los cansados y agobiados”, es decir, los excluidos de la tierra. El rabino Hillell, de los tiempos de Jesús, decía que un hombre ignorante y marginado no podía ser piadoso. Sin embargo, Jesús se expresa de tal manera que los pobres, los analfabetos y los miserables le entienden y le siguen esperanzados.
Jesús nos invita finalmente al descanso. No todo es trabajar. Hemos sido creados para vivir, amar, reír, descansar, servir. Por descabellado que parezca, descansar no es divertirse, ni dar rienda suelta al consumo, ni vacacionar para no hacer nada… Descansar es liberarnos del nerviosismo y el ruido y reconciliarnos con la vida; disfrutar del regalo de la existencia y reencontrarnos con nosotros mismos para lograr la paz del corazón.