Equivocarse es sano

Equivocarse es sano

«Dejar que los niños se equivoquen es bueno para su educación. El fracaso y la frustración forman parte de nuestro día a día. Conforme los hijos van creciendo, es necesario reducir el número de intervenciones de los padres para que puedan ir adquiriendo independencia, fortaleza y capacidad de decisión a la hora de enfrentarse a las situaciones que se les presenten».

Así lo ha asegurado Ana Rodríguez, terapeuta de familia, en nuestra revista Icono, en la sección ‘Para hacer camino’. Además, la experta asegura que los padres deben ser orientadores, consejeros y apoyo, no muletas de por vida que inutilicen a sus hijos y destruyan su autoestima con el paso del tiempo.

Inevitablemente, según Rodríguez, llega un momento en que el niño no puede hacer funcionar un juguete o realizar una tarea del colegio, y es ahí donde los padres deben saber si les tienen que ayudar o no, aunque siempre es bueno que sean los niños los que pidan ayuda.

«A muchos padres les gusta presumir de lo listos que son sus hijos y de lo bien que juegan al fútbol; de hecho, querrían que fueran mejores que los de los demás. Pero como no siempre es así, el hecho de no dejar que se equivoquen va a evitar tener la posibilidad de revertir aquellas situaciones que les disgustan. Y eso es un error. Muchos padres se desviven por allanarles el camino, para que no sufran o lo pasen mal. Ayudarles en los deberes está bien, pero hacérselos no está tan bien, como tampoco lo está prepararles la mochila o recordarles todo lo que han de llevar al colegio. Eso no es educativo. Se trata de que sean ellos mismos los que decidan lo que van a necesitar, y empiecen a hacerse responsables de sus cosas».

GESTIONAR LOS DESACIERTOS

Los hijos han de aprender a gestionar el hecho de no acertar, porque es la única forma de aprender a superar obstáculos y de conocerse mejor. Nadie nace aprendido, por tanto, es importante errar para poder crecer. Se trata de cultivar en los niños la mentalidad del crecimiento. Hay psicólogos que opinan que hay dos tipos de mentalidad: la Fija (las personas son como son y no pueden mejorar) y la de Crecimiento (con esfuerzo y creatividad pueden revertir lo que les disgusta).

No es verdad que no se puede cambiar. Hay muchas personas que cuando se proponen cambiar determinadas formas de ser, o aspectos de su personalidad que saben que no les benefician en el trato con los demás y lo trabajan, cambian radicalmente. Es una decisión personal de la que se hacen responsables para cambiarla.

Como padres tendemos a proteger tanto a los hijos que llegamos a impedir que se enfrenten a situaciones incómodas, pero eso nunca les ha a ayudar a superarse a sí mismos. De ahí que la sobreprotección no sea recomendable; es más, aun sabiendo que la decisión que han tomado es equivocada, hay que dejar que se «estrellen». No olvidamos que a los hijos se les pueden dejar muchas cosas, menos la «experiencia», que ni la quieren, ni van a aprender de ella.

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