10 Jul DÉCIMO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO
Deuteronomio 30, 10-14
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.
Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?” Ni está más allá del mar, para poder decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”
El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas».
Palabra de Dios.
Salmo 68.
HUMILDES, BUSCAD AL SEÑOR,
Y REVIVIRÁ VUESTRO CORAZÓN.
Mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí.
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Dios salvará a Sion,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Colosenses 1, 15-20.
Cristo Jesús es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.
San Lucas 10, 25-37.
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?»
Él respondió: «”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?»
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquél sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva».
¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
Él dijo: «El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».
Palabra del Señor.
LA IGLESIA SAMARITANA ES LA ÚNICA IGLESIA DE JESÚS.
Hay muchas maneras de empobrecer y desfigurar la misericordia. A veces queda reducida a un sentimiento de compasión propio de personas sensibles. Para algunos consiste en esa “ayuda paternal” que se ofrece a los necesitados para tranquilizar la propia conciencia. Hay quien recuerda las “obras de misericordia” del catecismo, como práctica para ser virtuoso…
El relato del “buen samaritano” no es una parábola más, sino la parábola que expresa, según Jesús, la verdadera dimensión del ser humano. El samaritano interrumpe su camino por causa del herido, se acerca y le ayuda en todo lo que puede. Ésta es la manera evangélica de ser humano. Por el contrario, “dar un rodeo” y “pasar de largo” ante quien sufre, -postura del sacerdote y del levita-, es quedar deshumanizado. Lo humano está por encima de la religión.
El Papa Francisco insiste en la misericordia como principio fundamental de la acción misionera que configura toda la vida, la misión y el destino de Jesucristo. Ante el sufrimiento nada hay primero que la misericordia. Ella es lo inmediato y urgente, el criterio ético al que se ha de subordinar todo lo demás, también en la Iglesia.
Una Iglesia verdadera es la Iglesia que se parece a Jesús: una “Iglesia samaritana” que sabe reaccionar ante el sufrimiento humano con compasión afectiva y efectiva. Esto es lo que se le pide a la Iglesia: que tenga entrañas de misericordia, que no pase de largo ante quienes sufren, que ayude a quienes padecen toda clase de heridas físicas, morales y espirituales.
La Iglesia ha de releer frecuentemente la parábola del “buen samaritano” y, con ella, despertar diariamente a la acción solidaria y servicial.