«No es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia»

«No es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia»

«No es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia». Así hablaba Santa Teresa a las monjas de su primera fundación en San José de Ávila al empezar el Camino de Perfección (C 1,5). Les quería advertir de que la oración bebe de la vida y no se pueden ignorar ante Dios los grandes problemas de la humanidad. Lejos de ser un refugio para vivir aislados dentro de un castillo interior, pendientes de la propia paz y el propio bienestar, la oración nace de la vida e implica proyección en ella, una proyección real, tangible, que no se quede solo en buenos deseos.

Este es el artículo que ha escrito Mariola Iglesias, stj, para nuestra revista Icono de este mes. Así lo detalla la autora: «Cuando llevamos ante el Señor nuestro mundo roto, herido por la guerra, por el egoísmo y la discordia, nuestros problemas se relativizan. No es que desaparezcan, no. Es que el Señor nos consuela con el don de la fraternidad, nos ayuda a acoger a cada ser humano como hermano. Nuestro corazón se hace más grande al contacto con el suyo. Comulgamos con su dolor de Padre que sufre por sus criaturas que se extravían, que mueren en el sinsentido de la guerra o cualquier otro tipo de violencia o injusticia.

Y estar en comunión de amor con Él acaricia nuestras heridas y nos hace capaces de acariciar a otros, aun en nuestro propio dolor.

Así es la Pascua que ahora celebramos. Nos sentimos unidos al Señor de la vida y dispuestos a acoger, desde la certeza de su amor inapelable, que nos cura el corazón, a tantas personas, de cerca y de lejos, distintas, pero hermanas. Desde la alegría pascual miramos al crucificado y nos dejamos interpelar por su amor incondicional y universal, que tendrá siempre la última palabra.

DEJARSE AMAR

Mariola Iglesias invita en su artículo publicado en la sección ‘Cuidado de la casa común y de todo lo que habita’ de la revista Icono a «entrar en tu habitación interior». Exactamente escribe: «Ahí es donde Dios habita, donde te susurra con ternura que te quiere, donde te hace ver que tienes hermanos, que toda la humanidad está en su corazón, como lo estás tú mismo, tú misma. Dejarse amar es lo primero. Acoger el don que se te regala, dejar que el corazón se te esponje al contacto con las manos de quien sabes que te ama. Luego, dejar que el amor recibido se te desborde y vaya dejando gestos de la ternura que te habita, del mismo Dios«.

Y continúa: «Pon ante su mirada nombres y rostros. Los nombres de los que amas, pero también los de aquellos que sientes que preferirías ignorar. Recuerda rostros de personas más lejanas, de las que desconoces el nombre… Esos que vemos a veces en la televisión huyendo de la guerra, víctimas de la injusticia. Mira cómo los mira el Señor, con qué cariño. Descubre sus manos acariciando a cada criatura que ha creado e imagina, tal vez, sus lágrimas porque sus hijos todavía no hemos descubierto ‘el negocio de mayor importancia’, el amor».

Si quieres leer el artículo completo puedes hacerlo aquí.