Desacato al silencio

Desacato al silencio

«A Santiago Agrelo le humillan los campos donde concentramos a los subsaharianos que logran saltar la valla. Le hiere profundamente que, los que necesitamos vivir tranquilos, sepamos que aquellos que logran llegar a las migajas de nuestro confort, están bien vigilados, hacinados y en espera a ser devueltos. Santiago quiere seguir creyendo en la continuidad de un mundo compartido, unas fronteras abiertas, unas culturas que se encuentran y unas religiones que sirven a la misma causa: el reconocimiento de Dios, haciendo camino con todos los procesos humanos. Un Dios interesado en el ser humano, paciente y reconocedor del esfuerzo. Un Dios que sonríe cuando percibe el amor y un Dios que se desconcierta con barreras y fracturas, con las medias verdades, con los hermanos cercanos y los separados, con las divisiones y las francas. Cree Santiago Agrelo en un Dios sin vallas…».

Estas son las palabras que escribe el director de la editorial Perpetuo Socorro, Francisco J. Caballero, sobre el franciscano y arzobispo emérito de Tánger, Santiago Agrelo.

«Me pregunto cuántos son los que hoy morirán de hambre, cuántos los que irán a buscar en la basura un respiro hasta mañana, cuántos los que van a derrochar en ‘pasarlo bien’ lo que los pobres necesitan para comer. Lo pregunto porque sobre el hambre de los pobres hemos conseguido echar una losa de silencio».  El libro ‘Desacato al silencio’, de Santiago Agrelo, se ha publicado en nuestra editorial Perpetuo Socorro.

«Me pregunto cuántos son los que hoy, antes de que el tallo nazca y se abra la flor, van a ser arrancados del jardín de la vida: cuántos son esos besos que nunca se darán, cuántas esas heridas que nunca dolerán, cuántas las esperanzas que nunca se abrirán, cuántos los duelos que nunca se harán, cuántas las palabras de queja y de amor que nunca se dirán.

Me lo pregunto, porque el silencio ha caído como una traición sobre besos y heridas, esperanzas y duelos, amores y lamentos, soledad y vacío de madres que no lo fueron y de hijos que no nacieron.

Me pregunto cuántos lázaros esperan llegados y hambrientos que alguien comparta con ellos el pan de su mesa: me pregunto cuántos lázaros mueren en la espera; me pregunto cuántos infiernos terminan y cuántos empiezan cada vez que muere un lázaro, cada vez que muere el epulón que no lo ha visto.

Hemos puesto vallas de sangre a los sueños, cepos a la esperanza y vamos robando el mañana a quienes hoy tienen nada.

Queremos ser felices, nos afanaos por ser felices, acumulamos para ser felices, nos emborrachamos para olvidar que no lo somos ¡y un silencio sin entrañas nos oculta que solo estamos engañando y condenando!

Unos crucifican, otros miran desde lejos a los crucificados, y también en los calvarios, el poder guarda silencio, la justicia guarda silencio, la conciencia guarda silencio: un silencio atroz que rompe las piedras sin que llegue a romper la dureza de los corazones.

Quien lea encontrará aquí un grito de desacato al silencio que, sobre la vida de los pobres, echan la predicación, la información, la cultura dominante y la política».

A LA LUZ DE LA PALABRA

Este es uno de los capítulos que recoge el libro de Santiago Agrelo ‘Desacato al silencio’. En él habla sobre el amor y los caminos y destaca «los caminos del sufrimiento en la humanidad: caminos en el desierto, caminos en la ciudad, en los bosques y en el mar».

En palabras del arzobispo emérito de Tánger, «Vosotros entráis en esos caminos con la esperanza de que os lleven a una tierra mejor, a una mayor libertad, a un mundo más justo. Entráis en esos caminos con la decisión de quien todo lo arriesga por alcanzar una meta, que para muchos de vuestros hermanos ha sido solo la muerte. Yo no puedo apartaros del riesgo de la vida, no puedo apartaros de vuestros sueños, no puedo protegeros de quienes os entregan a la muerte como si no fueseis hermanos. Pero puedo mostraros, entre tantos caminos de sufrimiento sin esperanza un Camino trazado por quien os ama hasta dar la vida por vosotros, un Camino de esperanza con sufrimiento, un Camino que nunca termina en la muerte, pues el mismo que se ha hecho Camino para nosotros, es también nuestra Vida».

Y concluye: «Cristo os ama. Él es vuestro Camino de la Vida. En él viven para siempre todos los hermanos que nos han dejado».

Santiago Agrelo es un franciscano nacido en Rianxo (La Coruña), en 1942. Estudió Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y se especializó en Liturgia en el Pontificio Ateneo Anselmiano de Roma. Durante su vida ha ejercido la docencia en el Instituto Teológico Compostelano, donde ha impartido las asignaturas de Liturgia y Teología Espiritual, y la pastoral parroquial en las parroquias de Vega de Varcárcel, diócesis de Astorga. Es arzobispo emérito de Tánger, en Marruecos.