20 Ene SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS – DÍA 3
DÍA 3
“El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén” (Mt 2, 3)
La presencia de Cristo pone el mundo al revés
CANTO: Sois la sal y la luz.
Neh 4, 18-21
Cada albañil tenía una espada ceñida a la cintura y así realizaba su labor. A mi lado estaba permanentemente alguien que tocara la corneta.
Dije a los nobles, a las autoridades y al resto del pueblo:
— La obra es extensa y estamos desperdigados a lo largo de la muralla, lejos los unos de los otros. Así que cuando oigáis el sonido de la corneta acudid allí para ayudarnos. Nuestro Dios luchará por nosotros.
Desde el amanecer hasta que salían las estrellas trabajábamos en la obra, siempre con la mitad de nosotros empuñando las lanzas. Dije también al pueblo:
— Que cada uno pernocte con su criado dentro de Jerusalén, haciendo guardia de noche y trabajando de día.
Palabra de Dios.
Sal 2, 1-10
¿Por qué las naciones se sublevan
y los pueblos urden planes sin sentido?
Los reyes de la tierra se rebelan,
los príncipes conspiran juntos
contra el Señor y su ungido:
“¡Rompamos sus ataduras,
desprendámonos de su yugo!”.
El que habita en el cielo se ríe,
el Señor se burla de ellos.
Les habla entonces con furia,
con su ira los atemoriza:
“He ungido a mi rey
en Sión, mi monte santo”.
Voy a proclamar el mandato del Señor.
Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo y te daré las naciones en herencia,
los confines de la tierra en heredad.
Los aplastarás con cetro de hierro,
los destrozarás cual vasija de alfarero”.
Y ahora, reyes, reflexionad,
recapacitad, jueces de la tierra.
2 Ts 2, 13-3, 5
A vosotros, en cambio, hermanos, el Señor os ama y os ha escogido como primeros frutos de salvación por medio del Espíritu que os consagra y la fe en la verdad. Por ello, debemos dar continuas gracias a Dios que os llamó mediante el mensaje evangélico que os anunciamos para que alcancéis la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que os hemos enseñado de palabra o por escrito. ¡Ojalá que nuestro Señor Jesucristo y nuestro Padre Dios que nos ha amado y que generosamente nos otorga un consuelo eterno y una espléndida esperanza, os llenen interiormente del consuelo y os fortalezcan en toda suerte de bien, lo mismo de palabra que de obra!
Por lo demás, hermanos, rogad por nosotros para que la palabra del Señor prosiga el avance glorioso que ha conocido en Tesalónica. Rogad también para que el Señor nos libre de la gente insolente y malvada, porque no todos aceptan la fe. ¡Pero el Señor es fiel! Él os hará fuertes y os librará del maligno. Gracias a él podemos confiar en que cumplís y cumpliréis lo que os hemos inculcado. Que el Señor, pues, encamine vuestros corazones para que améis a Dios y esperéis a Cristo sin desfallecer.
Palabra de Dios.
Mt 2, 1-5
Jesús nació en Belén un pueblo de Judea, durante el reinado de Herodes. Por entonces llegaron a Jerusalén, procedentes de Oriente, unos sabios, que preguntaban:
— ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.
El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén. Así que ordenó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley para averiguar por medio de ellos dónde había de nacer el Mesías. Ellos le dieron esta respuesta:
— En Belén de Judá, porque así lo escribió el profeta.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Señor ha acampado entre nosotros. La venida de Cristo altera los caminos del mundo. A diferencia de tantos líderes nacionales, el Señor viene con humildad denunciando la injusticia y la opresión que acompañan a la ambición por el poder y el estatus superior. La venida de Jesús reclama un cambio de corazón y una transformación de la vida, para que las personas queden liberadas de todo lo que las deshumaniza y les hace sufrir. Jesús nos muestra que Dios está con aquellos que sufren porque toda persona posee la dignidad de ser un hijo amado de Dios. Precisamente por eso, la presencia de Jesús incomoda, porque él hace zozobrar la barca de los ricos y los poderosos que solo se preocupan por sus propios intereses y descuidan el bien común. Sin embargo, para aquellos que trabajan por la paz y la unidad, la venida de Cristo trae la luz de la esperanza.
Hoy se nos invita a comprometernos personalmente a actuar constructivamente para que la justicia se haga realidad en nuestro mundo. Esto conlleva la necesidad de reflexionar y reconocer las veces en que nuestros caminos no son los caminos de justicia y de paz de Dios. Cuando los cristianos trabajan juntos por la justicia y la paz, nuestra fuerza es aún mayor. Y entonces la respuesta a nuestra petición por la unidad de los cristianos se hace visible, y los demás pueden reconocer en nosotros la presencia de Cristo en nuestro mundo. A través de nuestras palabras y acciones, podemos ser portadores de la luz de la esperanza para tantas personas que aún viven en la oscuridad del descontento por la política, por la pobreza social y la discriminación estructural. La Buena Nueva es que Dios es fiel, y él es el que nos fortalece y nos protege de todo mal, el que nos alienta a trabajar por el bien de los demás, especialmente por aquellos que viven en la oscuridad del sufrimiento, del odio, de la violencia y del dolor.
Oración
Oh Señor, nos has sacado de las tinieblas y nos has guiado hasta Jesús. Has hecho brillar en nuestras vidas la estrella de la esperanza. Ayúdanos a estar unidos en nuestro compromiso de hacer presente tu Reino de amor, de justicia y de paz, y así ser antorcha de esperanza para quienes viven en la oscuridad de la desesperación y el desencanto. Toma nuestra mano, Señor, para que podamos verte en todos los momentos de nuestra vida. Haz que te sigamos sin miedo y sin angustia. Ilumina tu luz sobre nosotros y enciende nuestros corazones para que vivamos envueltos en el calor de tu amor. Álzanos hacia ti, que te has despojado de todo por nuestro bien, para que nuestra vida te glorifique a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.