22 Oct “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”
El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, que se celebra el próximo domingo 24 de octubre, es “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20). Es una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón, según asegura el Papa Francisco en nuestra sección de la revista Icono ‘Para Pensar’.
Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído. La relación de Jesús con sus discípulos, según el Papa, nos hace ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias.
En palabras del Papa Francisco, esta misión es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia: “Ella existe para evangelizar” (Evangelii nuntiandi, 14). Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio.
En la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el tercer domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio.
Contemplar su testimonio misionero nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia “al dueño que envíe trabajadores para su cosecha” (Lc 10,2), porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos.
Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión.