15 Jul SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO REDENTOR
Lectura del Profeta Isaías 55, 3-5
Escuchadme atentos. Prestad oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones.
Tú llamarás a un pueblo desconocido; un pueblo que no te conocía correrá hacia ti: por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel que te honra.
Buscad al Señor mientras podéis encontrarlo, invocadlo mientras está cerca.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Isaías 12
R/ Mi fuerza y mi alabanza es el Señor.
El Señor es mi Dios y Salvador,
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
R/ Mi fuerza y mi alabanza es el Señor.
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación,
y diréis en aquel día: Dad gracias al Señor,
invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
R/ Mi fuerza y mi alabanza es el Señor.
Tañed para el Señor, que hizo proezas
anunciadlas a todas la tierra.
Gritad jubilosos, habitantes de Sión:
¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!
R/ Mi fuerza y mi alabanza es el Señor.
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 5, 12. 17-19
Hermanos: lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron…
Si por la culpa de aquél, que era uno solo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida para todos.
En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.
Palabra de Dios.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 3, 13-18. 21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En cambio, el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.