29 Ene Oración del día 30 enero 2017
CANTO: Espera en el Señor.
1ª LECTURA: Hebreos 11, 32-40
Hermanos:
¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos.
Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados; el mundo no era digno de ellos: vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra.
Y todos éstos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido; porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección.
Palabra de Dios.
SALMO: Sal 30, 20. 21. 22. 23. 24
ANTÍFONA: Sed valientes de corazón los que esperáis en el Señor.
Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para los que te temen,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mí ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.
ANTÍFONA: Sed valientes de corazón los que esperáis en en Señor.
EVANGELIO: San Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenla fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:
-«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.»
Porque Jesús le estaba diciendo:
– «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
Jesús le preguntó:
– «¿Cómo te llamas?»
El respondió:
– «Me llamo Legión, porque somos muchos.»
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
– «Déjanos ir y meternos en los cerdos.»
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué habla pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que habla tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que habla pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
– «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Palabra del Señor.
ORAR CON LOS SANTOS:
Imploro hoy tu misericordia para que me concedas seguir tu Verdad con un corazón sencillo. Dame fuego y abismo de caridad; da a mis ojos, Padre eterno, fuentes de lágrimas con las que incline tu misericordia hacia el mundo entero. Pon fuego a nuestros corazones y sumérgelos en tu sangre para que podamos tener hambre de tu honor y de la salvación de las almas. (Santa Catalina de Siena)
SANTOS:
Martina, virgen; Matías, Armentario, Barsén, Barsés, obispos; Hipólito, presbítero; Feliciano, Filapiano, Alejandro, mártires; David Galván Bermudes, sacerdote y mártir; Sabina, Habrilia, vírgenes; Lesmes, Columba Marmión, abades; Aldegunda, Jacinta de Mariscotti, Tiadilde, abadesas; Gerardo, Adelelmo, confesores.