06 Abr Crónica – Pascua en Misión (Sanzoles – Zamora)
VIVIR LA PASCUA EN MISIÓN (SANZOLES-ZAMORA 2016)
En Sanzoles, pueblo zamorano, hemos vivido la pascua misionera, un grupo de 12 jóvenes entre redentoristas y jóvenes de las parroquias de PS Madrid, Valencia y el más nutrido de San Gerardo. Fuimos llamados por el P. Manuel San Miguel con el fin de en un futuro poder dar el Cesplam una misión popular en los pueblos en los que él es párroco. El grupo estaba acompañado por el P. Miguel, y los Estudiantes Guille y Danielle, éste de la Provincia de Roma, que realiza su año pastoral en España; también nos acompañó el Postulante Alex. Esta experiencia misionera en la Pascua, ha sido primer contacto directo con la misión de los jóvenes. Uno de ellos nos cuenta cómo la ha vivido y qué ha supuesto para él.
Sanzoles es un pueblo nexo con otros siete (Bamba, Arguijillo, Piñero, Cuelgamures, Fuentespreadas, San Miguel de la Ribera y Vinialbo). Son pueblos con poca población, unos 300 habitantes, 400 en fiestas. Pero cómo las viven. Son pueblos y como tal respetan su Semana Santa: Via Crucis, procesiones, oficios. De manera rutinaria participan y poco a poco se ha podido ir olvidando aquello que se celebra; para recordárselo y ayudarles a vivirlo hemos estado los misioneros: para sembrar y cultivar. Al volver a Madrid me di cuenta de que apenas había tenido tiempo para mí en Pascua. Entre ir y venir con el cura a celebrar la misa a los 8 pueblos y preparar las celebraciones para Sanzoles, entre ensayos de cantos y asambleas de vecinos, no ha habido apenas descanso. Y eso es lo que, si lo piensas, hace de la experiencia algo único y alucinante. Eso es el servicio absoluto, ofrecer tu tiempo a otros. Te sientes puramente misionero, como si Sanzoles fuese África o India, porque es incluso más chocante cuando somos necesitados dentro de nuestras propias fronteras. Ser misionero es limpiar el polvo de todos los rincones del mundo, y sobre todo de tu habitación: es desinstalarte.
Lo que vives con ellos lo agradecen, puedes notarlo en sus rostros. Te dan dos besos cuando termina la misa, cantan a pleno pulmón cuando cedes y accedes a tocar el “Santo Carismático” por décima vez. Te quieren, y eso que eres un desconocido. Te acogen en sus casas, te abren las puertas de su casa y te tratan como si hubieses salido de sus entrañas. Es el amor de un padre hacia su hijo traducido en conversaciones bajo un brasero.
Si existe una cosa mala de la Pascua Misionera no está dentro de ella, está al regresar. Al dormir sin preparar la mañana. Al encontrar tiempo y no poder donarlo a los que lo necesitan. Al tomar un chocolate de microondas y sentir el frío en los pies bajo la mesa, sin conversación amigable ni pastitas de Zamora. A veces frustra pensar que todo lo que has vivido acabará difuminado en su historia. Pero me dijeron que si logras cambiar un pequeño instante de sus vidas, ya es más que suficiente. La semilla está puesta, y sólo hay que tener fe en que crecerá. Eso me llevo de Sanzoles: Fe.
Miguel Ángel Cabrera, joven de San Gerardo