24 Dic Y el Verbo se hizo barro
Primera Lectura
Salmo
R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro DiosCantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
Segunda lectura
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18):
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
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“Y el Verbo se hizo barro”
Voy a usar una imagen para acercarme al Misterio de la Navidad. La imagen es este pequeño niño Jesús que cabe en la palma de la mano. Una simple figura de barro. Pero realizada con mucha ternura y con detalle por una ermitaña de Reus. Se nota en ella la fuerza de la oración, no sólo la destreza de las manos. La imagen respira paz y conmueve. Un simple trozo de barro…
En ella apreciamos al “Dios de la humildad”, a Jesucristo. Humildad viene del latín “humus”, tierra. Jesucristo es literalmente humilde, pues es Dios venido a la tierra, humanado. El que está cerca de nosotros. No allá lejos –quién sabe dónde- en el cielo. Él es Dios de cercanía y de escucha. Dice un hermoso texto de Navidad: ¡Qué bien hablas nuestro dialecto! Qué bien nos comprendes Señor. No pudiste identificarte más con nosotros. Vamos a recordar los verbos del Verbo de Dios.
– “Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros” dice Juan. No siempre entendemos eso de “hacerse carne”, pero igual sí lo de “hacerse barro”. Usémoslo un momento. Dios se hace barro, asume un material frágil y precario, cambiante. Si continuamos el texto del Génesis, Dios hecho hombre se convierte en su propia criatura. No se conforma con amasar nuestro barro, sino que prueba a ser vasija. Siente nuestro frío y calidez, nuestras grietas y desperfectos. Pero este “hacerse barro o carne” tiene una finalidad: ASUMIR nuestro ser, asumir todo lo que somos. Dice el diccionario que asumir es “atraer así o tomar para sí”. Pues eso es lo que quiso Dios hacer con nosotros. Atraernos a él y tomarnos para él. Fue un gesto desesperado de amor, que nos invita a hacer lo mismo con nuestra vida y las personas que hay en ella y faltan por llegar: asumirlas, aceptarlas, amarlas… por muy enfangadas que estén.
– Pero Dios no se queda satisfecho con su mera presencia entre nosotros. Hay un segundo verbo que practica y se encierra en este Misterio: CONSAGRAR. Su presencia no sólo asume nuestra debilidad y pequeñez, sino que la consagra. Le devuelve su sentido pleno y sagrado. Que el Hijo de Dios se humanice, es la mejor manera de decirnos que nuestra vida es digna y es bella, llena de hermosura y de bondades. La vida es sagrada, toda vida es sagrada. No importa raza, sexo, credo o ideología. Tú eres un ser consagrado y tu valor es infinito. Vales cuanto aquel que te hizo y te deseó, tu Creador. Recuerda que eres su obra más preciosa y que contigo se alegra Dios. Recuérdalo también en tus horas bajas, eres sagrado, “eres precioso a mis ojos y yo te amo” dirá Isaías.
– Tercer verbo del Verbo: “REDIMIR”. Todo esto tenía un objetivo claro, la redención. Dios nos rescata de una existencia anodina y frívola, material y sinsentido. Dios nos rescata de una condena segura, de la muerte y el olvido. Él tiene a todos sus hijos presentes y a ninguno olvida. ¿cómo podría olvidar a la carne de su carne, al barro de su barro? Dios nos redime desde su profunda COM-PASIÓN Y COMPRENSIÓN de todo ser humano. Recíbelo en tu vida, pues es lo mejor que jamás te pueda pasar. ¡Muy feliz Navidad a todos!
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]