02 Dic Obra tuya
Lectura del libro del profeta Isaías
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor; ése es tu nombre desde siempre. ¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia. Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia. Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti, hiciera tales cosas a favor de los que esperan en él. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos. Estabas airado porque nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso; todos estábamos marchitos como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para refugiarse en Ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas. Sin embargo, Señor, Tú eres Nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el Alfarero; todos somos hechura de tus manos.
Salmo responsorial ( 79)
R. Señor, muéstranos tu misericordia y sálvanos.
L. Escúchanos, Pastor de Israel; Tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos. /R.
L. Señor, Dios de los Ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que Tú mismo cultivaste. /R.
L.Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de Ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder. /R.
Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los corintios
Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor. Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por El los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. E1 los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.
Del Evangelio de Marcos
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta».
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Obra tuya
“Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es Nuestro redentor”. “Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado, nos marchitábamos, nuestras culpas nos arrebataban como el viento”. Así inicia la primera lectura de este Adviento su planteamiento. Dios es el que ya conocemos de siempre, el que siempre estuvo ahí, alguien de la familia, “nuestro padre”. Y sin embargo, saberlo no basta. Hay que invocar ese nombre de siempre, contar con esa presencia, regirse por criterios nuevos. Para esto hay que estar dispuestos a cambiar, o por lo menos, a dejarse cuestionar. ¡y eso es tan difícil hoy! Exigimos cambios a los demás. Deben cambiar los políticos, los banqueros, los sindicalistas, los sacerdotes,… ¿y tú? ¿no debes cambiar algo tú para hacer de este mundo algo más cálido? Isaías acaba dejando una imagen preciosa: “Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: “somos todos obra de tu mano”. Todavía puedes refrescar la arcilla y ponerte en sus manos. La navidad se prepara dejándonos hacer por Dios, y hacer “un poquito más humanos”.
Pablo a los Corintios: “Os tengo siempre presentes en mi acción de gracias a Dios (…) en Él habéis sido enriquecidos en todo, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor”. Adviento es también el tiempo de la gratitud, de redescubrir esos dones que ya están en nosotros y que por miedo o vergüenza van quedando aparcados. Nuestra verdadera riqueza es Cristo, es conocer al Señor. Por eso el salmo decía “oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”, conocer a Dios y creerle hace que nuestra vida deslumbre. Se restaura la magnífica obra que hay en cada uno de nosotros. Al igual que en las obras de arte, se vuelven a apreciar los detalles y la hermosura que las hacen únicas. Dios viene a “restaurarnos”, a sacar lo valioso de nosotros. ¿Le dejamos o seguimos diciendo que no valemos, que no sabemos o que no nos interesa?
¡Velad y vigilad! El mensaje clásico del Adviento hoy recogido en Marcos. Es “como un hombre que se fue de viaje y dio a cada uno su tarea encargando al portero que velara”. Dios viene inesperadamente como ese hombre. A Dios no le controlamos, ni captamos su esencia por mucha teología que aprendamos. A Dios se le experimenta o no, se le cree o no, se le espera o no. Nos previene el evangelio: “cuidado, no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”. Así que búscale y espérale cada día con los sentidos bien despiertos. En cualquier momento y lugar lo puedes encontrar, pero si no le esperas ¿cómo sabrás reconocerle?
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]