31 Oct Fieles Difuntos
LECTURA DEL LIBRO DE LAS LAMENTACIONES 3,17-26.
Me han arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha: me digo: Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor. Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renuevan cada mañana. ¡Qué grande es tu fidelidad! «El Señor es mi lote», me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 129
R.- DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.-
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.-
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R.-
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa,
y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R.
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS. 6,3-9.
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 14, 1-6
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dice:
–Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde: –Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
[box]
“Estar con Dios”
La muerte y la enfermedad nos confrontan a nuestra verdad más ineludible: somos mortales, frágiles, finitos. Por mucho que bromeemos o hagamos disfraces, el tema de la muerte, del dolor, del silencio y el vacío que deja en la vida, es algo serio. A los que nos ha tocado en la vida lo sabemos. Veamos el consuelo que nos da su Palabra.
Del libro de las Lamentaciones: “Hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”. Tranquiliza mucho saber que después de esta vida no viene “el jefe” a “pasarnos factura” de todo lo debido y lo errado. No hay que temer por la salvación esperada, pues no depende de nosotros, de nuestras buenas obras u oraciones. Probablemente Dios no contabilice ni las Eucaristías celebradas ni los rosarios rezados (lo cual no quiere decir que sean inútiles). La salvación es algo que Dios da gratuitamente a aquellos que le aman, “no se acaba su compasión”. Hay, pues, que temer vivir sin darse cuenta de ello, sin sentirse amado. Y sin corresponder a ese inmenso amor y aceptación que Dios nos tiene.
Pablo a los Romanos: “Nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él”. La Vida Nueva, la resurrección comienza en nosotros cuando aceptamos el misterio pascual de Cristo y lo ponemos en el centro de nuestra vida iluminando. De ahí nace un compromiso: viviremos siempre en dinámica de resurrección, o, como me decía un niño hace poco “sobreviviendo” como Jesús, que sigue vivo. El pequeño no alcanzaba a recordar la palabra “resurrección”, pero sabía que Jesús vivía y lo expresó bien. Nuestra vida cristiana, tiene mucho de vivir luchando por mantener la esperanza siempre, tiene mucho de supervivencia. Al igual que la luz vence a la tiniebla.
Juan: “No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”. Es profundamente consolador este pasaje y esta promesa de Jesús. Hace poco me decía un hombre anciano: “Yo ya cumplí mi misión aquí, no me queda mucho por hacer, me gustaría irme con Él”. Pues claro, le dije yo, eso dice también san Pablo, pero mientras esté aquí, Dios le pide que siga amando y viviendo, entregándose a los demás hasta su último hálito de vida. De que vamos a estar con Él y a su lado no le quepa la menor duda, nos lo prometió. Y Dios es de fiar, seguro que cumple.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]