Domund 2014

Domund 2014

Lectura del libro de Isaías

(45,1.4-6)Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.»

Salmo 95

R/. Aclamad la gloria y el poder del SeñorCantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R/.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses

(1,1-5b):Pablo, Silvano y Tirnoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordarnos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.

Evangelio según san Mateo

(22,15-21):

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

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Saber distinguir

Hace unos días estábamos dos misioneros en Bembibre (León), en una animación parroquial, y se me ocurrió preguntar a los chavalines de catequesis: ¿sabéis quienes son los misioneros? Y uno de los chicos soltó: «buf, los del ébola», como diciendo, los que la han liado parda. Me da la impresión que el comentario de ese chico reflejaba el de sus padres y el de muchas personas. «Se podían haber quedado en su país y con sus pobres, no querían hacer el bien… ¡que lo hagan!». Es duro, pero muchos piensan así. Ahora nos preocupa el ébola en España y Europa, porque sentimos cerca la amenaza, cuando estaba en África y mataba miles de personas no pasaba nada, todo estaba en orden… ¡Qué fuerte! ¿verdad? Pero pensemos un poco, y ayudemos a pensar a algunas personas: realmente ¿alguien cree que esos misioneros quisieron contagiarse, que fueron allí a hacer de héroes o mártires y exponían su vida gratuitamente? Creo que no, nadie en su sano juicio pensaría eso ni desearía tal cosa. Y, dado que se contagiaron, pongámonos en su lugar un momento, ¿alguien cree que teniendo la posibilidad de curarse en el mundo desarrollado la rechazaría y se resignaría sin más a morir, dejaría de luchar? Pues no, igual que nosotros amamos nuestra vida, los misioneros aman la suya, y la entregan, pero no la pierden sin más. Válganos esta reflexión de introducción a este día del Domingo mundial de las misiones, del Domund.

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– Isaías nos dice: «te llamé por tu nombre y te hago poderoso para anunciar que yo soy Dios y que no hay otro». El misionero es un llamado, un enviado, un «mandado» que decimos, cumple órdenes. Y tiene poder sí, en medio de su propia fragilidad y pecado: el poder de escuchar muchas historias y sufrimientos, el poder de compartir la vida de gente sencilla y no tan sencilla que no tienen miedo de acercarse a él, el poder de sanar a través del sacramento del perdón y alimentar a través de la Eucaristía. El poder de celebrar y transmitir la fe en medio de sus dudas y oscuridades. Anuncia a Aquel que le ha llamado, que le ha dado la vida y le hace sentirse salvado, anuncia aquello que vive, que siente y que piensa. Pues no deja de ser un hombre o mujer con su experiencia y su visión. Alguien normal con una vocación extraordinaria.

– San Pablo a los Tesalonicenses: «En el anuncio del Evangelio no hubo sólo palabras, sino la fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda». El misionero habla incluso cuando no habla. Actúa no con las propias fuerzas, que son siempre limitadas, precarias… Sino con el Espíritu Santo. Dios es el que le inspira, abre caminos y allana los terrenos. Además, el sabe que no va sólo, que le asiste la fuerza de Dios; y que, como nos dijo Francisco en la Evangelii Gaudium, camina con Jesús, habla con Jesús, respira con Jesús, piensa con Jesús y actúa desde Jesús. Es una persona de fuerte oración, aunque a veces no tenga mucho tiempo para rezar. Ora con la gente que encuentra en su camino, ora en las conversaciones y silencios, cuando va de viaje, cuando está enfermo. Es Dios quien anima su vida, quien le mueve los pies y el corazón.

– Mateo y la pregunta capciosa hecha a Jesús nos aclaran otro tanto qué es lo verdaderamente importante. ¿Hay que pagar al César? Mira la moneda y juzga tu mismo. ¿Hay que ser misioneros? Lee el evangelio y juzga tu mismo. Busca a ver dónde nos dice Jesús que vivamos la fe cómoda y plácidamente, que nos desentendamos de los demás, de sus problemas y preocupaciones, de sus males. Vas a tener que buscar bastante, ármate de paciencia. Mientras tanto, seguiremos creyendo y anunciando una fe misionera (dinámica, inquieta, preocupada, entregada…) en una iglesia misionera que, a veces, y por accidente, se contagia de ébola.

Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]